sábado, 16 de febrero de 2013

Pensamiento del Día, 16-2-2013



«No suelen ser nuestras ideas las que nos hacen optimistas o pesimistas, sino que es nuestro optimismo o nuestro pesimismo, de origen filosófico o patológico quizá, tanto el uno como el otro, el que hace nuestras ideas.»
 (Miguel de UNAMUNO Y JUGO; Bilbao, 29 de septiembre de 1864 – Salamanca, 31 de diciembre de 1936. Afirmación en el “Capítulo 1: El hombre de carne y hueso” en  
Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, 1913.)
Uno, ¿cómo evitar reconocerlo?, mira todos los días a su alrededor y cada vez ve menos luces y más sombras, oye menos palabras lúcidas y más discursos sombríos... Y, claro, así cuesta mucho hacer profesión de optimismo.
No es que mis ideas, en su modestia, sean pesimistas o me hagan, en cuanto a cogito, en mi condición de ser (mejor o per) pensante, pesimista. Es, más bien, que, no encontrando razones en eso que llamamos realidad para fundar un mínimo optimismo, no podemos sino adoptar un cierto “pesimismo metodológico o prudencial”.
O, para decirlo con las palabras de José Saramago, “no es que uno sea pesimista, sino que es el mundo el que es pésimo”.
En cualquier caso, si, desde ese pesimismo prudencial, seguimos vertiendo ideas, por muy endebles y precarias que estas sean, es porque, seres del límite al fin, no podemos hacer otra cosa... Porque sentimos como un deber inexcusable pensar el mundo y, tras realizar calas en él, pergeñar ideas tentativas y procedimentales que pudieran contribuir a mejorarlo, a hacerlo más habitable para toda persona, a reconfigurarlo desde razones humanas que releguen el mero cálculo economicista o la instrumentalización tecnologicista...Porque el pesimismo metodológico, en suma, sólo parte de la crítica política al mito de que “vivimos en el mejor de los mundos posibles” para situarse en la búsqueda de las condiciones de posibilidad para mejorar la vida... Aquí y ahora.
Nacho Fernández del Castro, 16 de Febrero de 2013

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