jueves, 7 de febrero de 2013

Pensamiento del Día, 7-2-2013


«Sólo cuando el prior Roberto dobló la esquina del claustro con la mayor rapidez que su dignidad podía permitirle, dirigiéndose con paso decidido hacia los aposentos del abad, Cadfael interrumpió la pausada poda de las rosas marchitas para observar el acontecimiento y hacer las debidas conjeturas. El alargado y austero rostro de Roberto mostraba toda la apariencia de un ángel enviado a cumplir una misión de cósmica trascendencia y revestido de la autoridad del Ser Supremo que lo había enviado. Su plateada tonsura brillaba bajo el sol de las primeras horas de la tarde y su fina nariz aristocrática parecía aspirar el aire, olfateando la fragancia de la gloria.»
 (Edith Mary PARGETER, conocida por el pseudónimo literario de Ellis PETERS; Horsehay, Shropshire, Inglaterra, 28 de Septiembre de 1913 – Shrewsbury, Shropshire, 14 de Octubre de 1995.   
The heretics aprentice –El apendiz de hereje-,1990 -1992 para la edición en castellano-.)
La placidez de una labor grata, de esas en las que ponemos nuestro más diestro empeño y los mejores talentos de los que disponemos para, desde una calma que es amante fiel de todo trabajo cuidadoso y bien hecho, acercarnos por la vía práctica a ese tópico de “sentirnos realizados en nuestra tarea”, es capaz de iluminar todo el entorno y cuantos personajes por el pululan...

Y así lo expresa el propio lenguaje en sus más afortunados lugares comunes: en tal situación (y más allá de cualquier credos y adscripciones personales) podemos sentir que “estamos en la mismísima gloria”, que los paisajes que nos rodean debieran haber formado parte del Edén, y que el paisanaje que los transita sufre transmutaciones angelicales iluminadas por algún Ser Supremo, Acto Puro o Idea de Bien.

Pero, bueno, sabemos que no es así... Que por mucho que disfrutemos y pongamos el máximo mimo en nuestros quehaceres, el mundo seguirá siendo más bien sombrío y las gentes con las que nos cruzamos estarán lastradas por intereses bastante terrenales y, con cierta frecuencia, hasta rastreros. Nos pasa, en fin, como al propio Hermano Cadfael de Ellis Peters, consciente siempre de que, por muy gratificante que sea su tarea de mantenimiento de los majestuosos rosales de la Abadía, ésta es necesaria precisamente porque las rosas se marchitan y pudren... O de que, por mucha estirada dignidad, porte aristocrático y halo angelical que muestren sus visitantes, es más que probable que traigan noticias de dolor y muerte.

Un dolor y una muerte entre los que, como el propio Hermano Cadfael, tendremos que aprender a movernos cada día para tratar de entenderlos y tornarlos en aprendizaje para el gozo y la vida.

Y, volvemos al principio... Para ello es esencial la capacidad para disfrutar de la propia tarea, poniendo en ella empeño y talento. Cosa, por cierto, que resulta imposible en el trabajo precariamente asalariado de estos tiempos de opresión globalizada.
The Heretic's Apprentice (Chronicles of Brother Cadfael #16)
Nacho Fernández del Castro, 7 de Febrero de 2013

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