viernes, 8 de febrero de 2013

Pensamiento del Día, 8-2-2013



«...Todos estamos muertos, muertos, muertos:
los de Ayer, los de Hoy, los de Mañana...
sembrados ya de trigo o de palmeras,
de rosales o simplemente yerba:
nadie nos llora, nadie nos recuerda.»
 (Januario Eduardo CARRANZA FERNÁNDEZ; Villavicencio, Colombia, 23 de julio de 1913 - 
Bogotá, 13 de febrero de 1985. Versos de “Epístola mortal” en Epístola mortal y otras soledades, 1975.)
A veces, con relativa frecuencia aquí y ahora, tenemos la impresión de que los mecanismos que mueven el mundo marchan solos, según unas leyes propias e inexorables, insondables y ajenas a la humana condición, de tal modo que para nada les influyen los posibles efectos que puedan tener sobre nosotros y en nada se ven afectadas por nuestras acciones más o menos voluntarias.
Este tenebrismo determinista nos lleva a buscar sustitutos para los viejos dioses, así, en masculino, porque los seres supremos siempre han sido muy machos (incluso los de mayor poder en el caos orgiástico de los panteones politeístas)... E, inevitablemente, buscamos que, partiendo de alguna representación terrenal, posean algún tipo de proyección supramundana y atemporal. Vamos, como esos mercados sacralizados por el liberalismo de todos los tiempos bajo la forma de mano oscura por la que se anulan las subjetividades de los seres humanos que en ellos participan para, en un asombroso sortilegio que se renueva en cada instante de forma inefable e infalible, hacer la mejor atribución posible de los recursos disponibles.
Para esos mercados, de hecho, es como si estuviésemos ya muertos, pues nuestra voluntad concreta es absolutamente irrelevante... Somos tierra en la que lo de menos es lo que esté sembrado, pues nuestro valor es únicamente el de solar... Un terreno por el que nadie llorará, al que nadie recordará cuando pase a manos de los más diestros intermediarios y especuladores.
Y es que, más allá incluso de lo que dicen los Economistas Frente la Crisis en su libro No es economía, es ideología, el neoliberalismo ha terminado por convertirse, en este tiempo de oprobio globalizado, en religión... Y nos impone sufrimientos para mayor gloria del Dios Mercado, que serán compensados en el más allá de un Tiempo Celestial en el que todo se convertirá en Gran Superficie para el éxtasis permanente de un consumo sin límites. Así no sea.
Nacho Fernández del Castro, 8 de Febrero de 2013

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