« La historia mana de la boca de Jalti y yo la bebo con
avidez. Así fue como conocí la moral y el sueño. Ví al justo y al malo, al
poderoso y al débil, al astuto y al simple. Mi tía podía hacerme reír o llorar.
[...] Al oírla contar una historia, se notaba que se creía lo que decía. [...]
Cuando el desenlace era muy triste, nos íbamos a dormir con la misma impresión
de angustia, y yo me arrimaba a ella, asustado. Ella tenía la cabeza llena de
supersticiones. Muy pronto supe tanto como mi tía sobre los espectros, la mula
o el pellejo de los muertos, el grito de los asesinados en el aniversario de su
muerte y las procesiones de fantasmas que anuncian las epidemias. [...] Mi
imaginación aceptaba todo con placer. [...] ¡Pagué con creces la alegría de oír
los cuentos de Jalti, puesto que incluso ahora no he podido desprenderme de
ciertos miedos! Por mucho que razono, nunca venceré esa especie de repulsión que
siento ante un muerto. Nunca cruzaré de noche, sin alterarme, el gran
cementerio de Tizi. El ulular de las aves nocturnas siempre me parecerá lúgubre
y lleno de melancolía, por no decir de malos presagios.
Estoy agradecido a Jalti, sin embargo, por haberme enseñado muy pronto a soñar, por haber creado para mí un mundo a mi medida, un país de quimeras en el que sólo yo puedo penetrar.»
Estoy agradecido a Jalti, sin embargo, por haberme enseñado muy pronto a soñar, por haber creado para mí un mundo a mi medida, un país de quimeras en el que sólo yo puedo penetrar.»
(Mouloud
FERAOUN; Tizi Hibel, Cabilia, actual Argelia, 8 de marzo de 1913 –
Argel, 15 de marzo de 1962.
Le fils du
pauvre –El hijo del pobre-, 1950 -2001 para la edición en castellano-.)
Y,
además, lo hicieron con cariño, con la
calidez tierna, que fuimos develando
poco a poco llena de supersticiones, de
los mejores aprendizajes.
Y,
acaso, hoy seguimos sintiendo una punzada de melancolía cada vez que la vida
nos sitúa ante uno de esos paisajes, ante una de esas situaciones que
albergaban nuestros fantasmas infantiles.
Por
desgracia, aquí y ahora, los fantasmas
son mucho más peligrosos, manejan negros sobres secretos mientras, moviendo
simplemente dinero de un sitio a otro, se
enriquecen ellos y empobrecen a los pueblos...
Y son de carne y hueso.
Nacho Fernández del Castro, 3 de Febrero de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario