domingo, 3 de febrero de 2013

Pensamiento del Día, 3-2-2013



« La historia mana de la boca de Jalti y yo la bebo con avidez. Así fue como conocí la moral y el sueño. Ví al justo y al malo, al poderoso y al débil, al astuto y al simple. Mi tía podía hacerme reír o llorar. [...] Al oírla contar una historia, se notaba que se creía lo que decía. [...] Cuando el desenlace era muy triste, nos íbamos a dormir con la misma impresión de angustia, y yo me arrimaba a ella, asustado. Ella tenía la cabeza llena de supersticiones. Muy pronto supe tanto como mi tía sobre los espectros, la mula o el pellejo de los muertos, el grito de los asesinados en el aniversario de su muerte y las procesiones de fantasmas que anuncian las epidemias. [...] Mi imaginación aceptaba todo con placer. [...] ¡Pagué con creces la alegría de oír los cuentos de Jalti, puesto que incluso ahora no he podido desprenderme de ciertos miedos! Por mucho que razono, nunca venceré esa especie de repulsión que siento ante un muerto. Nunca cruzaré de noche, sin alterarme, el gran cementerio de Tizi. El ulular de las aves nocturnas siempre me parecerá lúgubre y lleno de melancolía, por no decir de malos presagios.
Estoy agradecido a Jalti, sin embargo, por haberme enseñado muy pronto a soñar, por haber creado para mí un mundo a mi medida, un país de quimeras en el que sólo yo puedo penetrar.»
 (Mouloud FERAOUN; Tizi Hibel, Cabilia, actual Argelia, 8 de marzo de 1913 – Argel, 15 de marzo de 1962. 
Le fils du pauvre –El hijo del pobre-, 1950 -2001 para la edición en castellano-.)
Nadie nunca pondrá ante nosotros nada que nos marque cómo las historias vívidas desgranadas por nuestros más estimados ancestros ante nuestros oídos y ojos infantiles... Narraciones hermosas o tristes que, entre la risa y el llanto, el temor y la osadía, la angustia y el anhelo, edificaron nuestro sentido de la justicia y nos enseñaron a rebelarnos frente a la maldad, nos acercaron al concepto de poder mientras nos animaban a contenerlo en favor de los débiles, nos mostraron el valor de la astucia o el encanto de la simplicidad. Nos abrieron, en suma, la posibilidad de soñar, expandiendo nuestro mundo insuficiente hacia otros mundos posibles.
Y, además, lo hicieron con cariño, con la calidez tierna, que fuimos develando poco a poco llena de supersticiones, de los mejores aprendizajes.
Y, acaso, hoy seguimos sintiendo una punzada de melancolía cada vez que la vida nos sitúa ante uno de esos paisajes, ante una de esas situaciones que albergaban nuestros fantasmas infantiles.
Por desgracia, aquí y ahora, los fantasmas son mucho más peligrosos, manejan negros sobres secretos mientras, moviendo simplemente dinero de un sitio a otro, se enriquecen ellos y empobrecen a los pueblos... Y son de carne y hueso.
¿Cómo recuperar ante ellos ese sentido de la justicia que nos impulse a rebelarnos ante sus maldades, ese ánimo para contener con los débiles los desafueros del poder, esa astucia prudente que permita florecer lo simple?... ¿Cómo, en fin, restaurar los sueños rotos para pergeñar mejores quimeras y más osadía para perseguirlas?.
Nacho Fernández del Castro, 3 de Febrero de 2013

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