jueves, 14 de febrero de 2013

Pensamiento del Día, 14-2-2013



«Pero lo que intento decir y enunciar no es una referencia a límites y a horizontes tan antigua como la propia filosofía, y que ya en Pitágoras, Platón o en Aristóteles hallamos una y otra vez. Intento una vuelta de tuerca muy peculiar y específica que afecta a nuestra ontología, o a lo que tradicionalmente se llamaba metafísica.
Intento decir que el ser, eso que así se llamó por vez primera en el Poema de Parménides, es, de ser algo, ser del límite. Un ser del que tenemos experiencia por la sencilla razón de descubrirnos existiendo, o habitando en ese ser que, a modo de regalo envenenado, se nos da (como donación o don, afortunado o aciago). Pero esa existencia se nos revela puesta e incardinada en el límite; en el límite en relación a lo que deniega el ser, y es nada, o nonada, como decía con genial alegría léxica la gran Teresa de Ávila.»
 (Eugenio TRÍAS SAGNIER; Barcelona, 31 de agosto de 1942 –10 de febrero de 2013. 
 Pensamiento crítico y humanismo en libertad en El Mundo, 21-3-2000.)
Seres del límite... Eso somos: seres que sólo pueden tomar conciencia de sí (de eso que nos es dado y sobre lo que va “escribiendo la experiencia”) a través de la conciencia de lo que nos niega, de lo que es nuestra frontera, nuestro límite, de la nada.
El obrero aburguesado por la inmersión consumista revive su conciencia de obrero, precisamente, cuando el capitalismo salvaje le niega como tal a través de nuevas formas de explotación... El mercader fullero recuperará su conciencia de probo comerciante, precisamente, cuando la debacle particular o colectiva del consumo lo niegue como tal a través de la imposibilidad de trueque alguno...
Sin la experiencia de la nada, de la posibilidad de negación figurada o real de nuestro ser, de nuestra condición de “algo que es frente a la nada”, resulta débil o nula la conciencia de nosotros mismos como existencia sustantiva, como una no-nada en fin... Y esa es, inevitablemente, una experiencia del límite, de nuestra propia frontera.
Sin la revelación permanente de nuestra condición de habitantes del límite, el ser se difumina y tampoco podemos valorar los demás seres sino como objetos insignificantes y efímeros, que pueden ser o no ser sin que nada cambie y, por tanto, sólo son aptos para usos instrumentales y meramente situacionales, porque sin autopercibirnos como seres sustantivos la continuidad biográfica de nuestras acciones carece por completo de sentico.
Así que la falta de conciencia de nuestra condición de habitantes del límite lleva, a través de la falta de conciencia de nosotros mismos como seres, a la falta general de conciencia del mundo... O sea, al “actúa como quieras en cada instante porque todo vale”. Es el principio del individualismo caprichoso y buscavidas que sólo quiere “mamar del todo” como sea.
¿No suena a un signo de nuestros tiempos?... ¡Habrá que revitalizar la preocupación por el ser, por la ontología!.
Nacho Fernández del Castro, 14 de Febrero de 2013

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