«La única cansada era yo, cansada de ceder.»
(Rosa Louise
McCailey, después Rosa PARKS; Tuskegee, Alabama, Estados Unidos,
4 de febrero de 1913 - Detroit, Michigan, 24 de
octubre de 2005, enterrada en la Rotonda del Capitolio en
Washington
seis días después. Rosa Parks:
My Story, 1992.)
La
desvergüenza de las cúpulas de la casta política parece no tener límite y
comienza a sonrojar ya hasta a sus propias bases más limpias... O menos informadas, más inconscientes de
su auténtico papel, más alejadas de los pagos concretos por la “servil representación de los mercados”
(que no de esa población crédula que aún
participa en los comicios).
Y
la ciudadanía, ¡qué?... Atónita e indignada parece aún incapaz de reaccionar ante tamaño latrocinio organizado. Al lado de cada
uno de nosotros vemos personas conocidas
cuya vida se precariza, gentes miserabilizadas
por esta crisis que nos estafa... Leemos lúgubres historias con
protagonistas que han visto su cordura atacada por la debacle de su mundo personal, hasta emprender, en ocasiones, un
vuelo sin retorno a través de cualquier ventana propicia para los ocasos más
tristes... Oímos, sin rechistar, los discursos ufanos en los que quienes están cobrando
del erario público por aplicar el
principio de “privatización de las
ganancias, socialización de las pérdidas” nos acusan de “haber vivido por encima de nuestras
posibilidades”.
Y,
aunque sabemos que lo que está realmente
por encima de nuestras posibilidades es que tengamos que financiar sus tejemanejes en negro y hasta sus mismos
salarios y prebendas por la pésima
representación que hacen cada día en su teatrillo de sombras institucional, casi
nada (o muy poco) decimos y hacemos... Y seguimos tolerando, desde la sumisión temerosa, que recorten nuestros salarios y derechos,
que privaticen nuestras esperanzas
comunes, y hasta que cuestionen la duración
(excesiva) de nuestra vida.
Nacho Fernández del Castro, 2 de Febrero de 2013
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