«A veces la parte más difícil
de mi trabajo es el constante recuerdo
del hecho que todos estamos tratando
con tanta intensidad de ignorar: estamos aquí temporalmente... La vida es nuestra tan sólo en préstamo.»
(Sue Taylor
GRAFTON; Louisville, Kentucky, Estados Unidos, 24 de abril de 1940.
Kinsey Millhone refiriéndose a su continuas
investigaciones de asesinatos en "K"
Is for Killer –K de Kinsey-, 1994
-1995 para la edición en castellano-.)
Somos una
mota de polvo cósmico que se desvanecerá en un instante (o algo así)... La temporalidad es una de los elementos
esenciales de la condición humana,
como demuestra tan hermosa y terriblemente José Saramago en Las
intermitencias de la muerte (As
intermitências da morte, 2005)... Sin esa brevedad de la vida de la que hablaran los clásicos, el relativo control demográfico resultaría imposible
y la vida se tornaría en lucha global inclemente poniendo en
riesgo la supervivencia no ya de culturas y civilizaciones, como apunta el materialismo
cultural de Marvin Harris, sino de la propia especie. Así que lo que
desde un punto de vista personal,
subjetivo e intersubjetivo, es trágico
y doloroso, desde el punto de vista antropológico resulta una bendición, la garantía del mañana.
En cualquier caso, los recientes clamores
del Fondo Monetario Internacional y,
en general, del neoliberalismo rampante
(con el ministro japonés de finanzas, como adalid) que sitúan la longevidad como el mayor riesgo de las sociedades económicamente desarrolladas,
parecen los primeros síntomas de que la hipótesis literaria de Saramago es cruelmente
real: dentro de una sociedad “excesivamente”
longeva las viejas solidaridades
(no digamos ya el respeto) con las personas ancianas del lugar, desaparecen
hasta del recuerdo, porque la ciudadanía
reconocible y respetable exige
una legitimación productiva y, sobre todo, a través del consumo en los mercados privados.
La llamada tercera edad que sólo consume bienes
públicos es un lastre que las nuevas sociedades
del malestar no se pueden permitir.
Así que no se quejen tanto nuestras más
eminentes detectives de papel, como la Kinsey Millhone de
Sue Grafton, de tener un trabajo que las condena a tener continuamente presente
la temporalidad de la vida... Al fin
y al cabo, ésta es un préstamo que
aporta grandes beneficios antropológico;
vamos, eso que llaman un mal necesario
(casi siempre, queriendo decir un bien
conveniente).
Nacho Fernández del Castro,
11 de Mayo de 2013
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