La condición de fondo aquí es que el Estado conserva su función de garante de los derechos del capital global –la protección de los derechos contractuales y de propiedad y, en líneas generales, la legitimación de dichos derechos-.
Entonces
puede concebirse al Estado como la representación de una facultad técnica
administrativa que posibilita la implantación de la economía global
corporativa.»
(Saskia
SASSEN; La Haya,
Holanda, Países Bajos, 5 de enero de 1949; Premio
Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2013. Elements for a
Sociology of Globalization –Una sociología de la globalización-, 2007.)
Se autopostula así el Estado-nación actual como la instancia paradójicamente legitimadora (a través de un marco normativo desregulador de los derechos generales) de los derechos específicos
(incluyendo los abusos de poder) de las
grandes corporaciones que actúan en
la economía global (y financiarizada).
Esos son los intereses que realmente representan
(con independencia de la mejor o peor
voluntad, de la mayor o menor
honradez, de la más o menos clara
conciencia de cada caso concreto) las castas
políticas de nuestras pseudodemocracias...
Lo grave, pues, de esta gran impostura democrática
no son tanto las corrupciones concretas
como la sumisa y tramposa deriva del
propio concepto de representación popular
hacia una representación corporativa.
Porque, para ello, no se duda en poner las leyes
básicas que regulan los derechos
universales (como la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa,
aprobada hoy por el consejo de ministros) en la vía hacia una más eficaz estandarización del pueblo al servicio de
esas mismas corporaciones... Mientras, de paso,
se hacen concesiones (como
la computabilidad de las calificaciones en la materia de Religión a todos los
efectos) a los representantes de las viejas
fuerzas vivas (como Monseñor Rouco Varela y sus boys) para
que sigan colaborando en la tarea de control
social sin dar demasiado la lata.
Nacho Fernández del Castro,
17 de Mayo de 2013
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