jueves, 9 de mayo de 2013

Pensamiento del Día, 9-5-2013



«Cuando el diablo engañoso supo que el hombre, por inspiración de Dios, había empezado a cantar […], se sintió aterrorizado y atormentado y se dio a reflexionar y a averiguar […] cómo podría en adelante no sólo multiplicar en el corazón de los hombres las sugerencias malvadas y pensamientos inmundos o diversas distracciones, sino incluso en el corazón de la Iglesia, a través de disensiones y escándalos o mediante órdenes injustas, perturbando o impidiendo la celebración y la belleza de la divina alabanza y de los himnos espirituales. Por eso, vosotros y todos los prelados debéis reflexionar con extrema vigilancia, y antes de cerrar con vuestra sentencia la boca de alguien que en la Iglesia canta las alabanzas de Dios al suspenderlo y prohibirle recibir los sacramentos, antes de hacer todo eso, debéis examinar con cuidado las causas por las que lo hacéis, pensando sobre ellas con la mayor atención
 (HILDEGARDA DE BINGEN; Bermersheim vor der Höhe, junto a Alzey, Rheinhessen, Renania-Palatinado, Sacro Imperio Romano Germánico –hoy Alemania-, 16 de septiembre de 1098 – Monasterio de Rupertsberg, Bingen, 17 de septiembre de 1179. Extracto de la Carta en respuesta a las acusaciones por enterrar y negarse a exhumar a un excomulgado en el cementerio de su convento, Epist. XXIII, 1179.)
Decían quienes en el Mayo del 68 parisino se dedicaban a ilustrar (en todos los sentidos) muros,  como los de la Sorbona, "Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición"... Y, en efecto, quien se siente tentado de prohibir y tiene el poder para hacerlo, debiera antes tentarse bien las verdaderas intenciones que animan tal proscripción, para examinar cuidadosamente a quién beneficia y bajo qué dictados se trata de arbitrar el impedimento.
Seguramente, así aclararían, al menos, las claves de sus vasallajes y evitarían, en buena medida, seguros de quienes son sus amos, cualquier inclinación al remordimiento.
Eso ayudaría mucho a reconstruir el imaginario colectivo de la igualdad, frente al discurso único del mercado y la competencia... Porque, al fin y al cabo, como también decían los muros de la Facultad parisina de Ciencias Políticas, "Nuestra esperanza sólo puede venir de los sin esperanza". Mirando a quienes desde sus tribunas y oráculos nos piden, aquí y ahora, que tengamos esperanza, ¡es un auténtico consuelo!.
Nacho Fernández del Castro, 9 de Mayo de 2013

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