viernes, 3 de mayo de 2013

Pensamiento del Día, 3-5-2013



«Cunde la idea de la democracia más como una causa que como una consecuencia. No es una formulación inocente.»
 (Manuel VÁZQUEZ MONTALBÁN; Barcelona, España, 27 de julio de 1939 - 
Bangkok, Tailandia, 18 de octubre de 2003. Panfleto desde el planeta de los simios, 1995.)
En las sociedades contemporáneas económicamente desarrolladas y con sistemas parlamentarios, la democracia se ha ido convirtiendo en eso que la ciudadanía bien pensante (o sea, los poderosos, sus testaferros políticos, los votantes de éstos y sus voceros mediáticos; los pilares de la sociedad, que diría Henrik Ibsen) llaman las “reglas del juego”... Es decir, el sufragio periódico que (triquiñuelas estadísticas de por medio) permite a la ciudadanía cambiar de opinión (elegir otro producto de los que, acabados y finalistas, les ofrece el mercado partidario) cada cierto tiempo establecido, y un complejo catálogo de procedimientos y reglamentos que determinan las condiciones estadísticas para elaborar, eliminar y cambiar normativa de distinto rango y ámbito.
En definitiva, la democracia se ha hecho fuerte en torno a la condición que hace a las normas “democráticas”, abandonando casi por completo cualquier enfoque procesual y finalista centrado en la creación y estímulo de cauces para una participación continuada y sin interrupciones de la ciudadanía en los asuntos que le conciernen de modo que cada cual pueda sentirse verdaderamente partícipe de las normas que los regulan.
Por supuesto, no es inocente primacía de la versión reglamentista frente a la vital... La democracia como forma de vida, como resultado del hacer social más que como causa, devuelve el poder realmente al pueblo y hace los procesos más parsimoniosos.
Y la casta política, claro está, necesita celeridad a la hora de ejecutar los deseos de los amos a los que representa... Y, por ende, cada día más (como lo demuestra su demonización de toda disidencia y resistencia, o el nerviosismo que le producen los “escraches”), teme al pueblo.
Nacho Fernández del Castro, 3 de Mayo de 2013

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