«...Sólo hemos completado el principio, a ustedes les dejamos mucho que
no se ha hecho. Hay grandes ideales sin descubrir, adelantos disponibles que
pueden remover una de las capas protectoras de la verdad...»
(Neil Alden ARMSTRONG; Wapakoneta, Ohio, Estados Unidos, 5 de agosto
de 1930 - Columbus, Ohio,
25 de agosto de 2012. Párrafo
de su Discurso
protocolario al pueblo americano en la Casa
Blanca , 1994.)
Más allá de teorías conspiranoides, sospechas de los milenaristas y desvaríos de ufólogos ociosos, parece que
el 21 de julio de 1969 Neil Armstrong (también caído en el “silencio del
reciente agosto”) fue el primer ser humano en hollar la pálida superficie de la Luna... Había pasado poco más
de un año desde que, el 22 de abril de 1968, la protesta de millar y medio de
estudiantes en Nanterre hubiera desatado el confuso
grito de libertad del mayo parisino.
El
estudiantado (y buena parte del proletariado) francés “pedía la luna” en su
alegato revolucionario (“Sed realistas:
pedid lo imposible”, “Exagerar es ya un comienzo de invención”, decían un
par de pintadas en la
Facultad de Letras de París) y la fría tecnología norteamericana, anticipándose al socialismo real soviético en la carrera
espacial, demostraba que era capaz de tomarla desde y para la sociedad de consumo que aquellos
colectivos tanto criticaban y odiaban.
¡Hasta
“el palio de la luz crepuscular”, que
cantaba Jorge Sepúlveda, pasaba, así, a ser un objeto de consumo más en el gran
mercado capitalista!.
Acaso
por ello, por la mala conciencia de haber hollado y tornado en vil mercancía el pequeño satélite terrestre que
sirviera (y aún sirve) de inspiración para versos y cantos, ese pionero, ese
primer hombre capaz de dejar impresas las marcas de la suela de sus botas en el
polvo selenita, se sintió invadido por la confusión
en su entrecortado discurso al pueblo americano para celebrar, desde la propia
Casa Blanca, el vigésimo quinto aniversario de su hazaña... Y, como alguien que
“está en la luna”, se atrevió a afirmar que todavía existían muchos ideales (distintos a los del pueblo
americano, se supone) por descubrir, y, sobre todo, se atrevió a insinuar que los
adelantos tecnológicos disponibles
acabarían por dinamitar las “capas
protectoras de la verdad” (oficial, se supone).
O
sea, más o menos, que, como decía otra de las pintadas en el lugar y tiempo ya
señalados, “estamos tranquilos: dos más
dos ya no son cuatro”.
Nacho Fernández del Castro, 5 de Septiembre de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario