miércoles, 5 de septiembre de 2012

Pensamiento de Día, 5-9-2012


«...Sólo hemos completado el principio, a ustedes les dejamos mucho que no se ha hecho. Hay grandes ideales sin descubrir, adelantos disponibles que pueden remover una de las capas protectoras de la verdad...»
 
 (Neil Alden ARMSTRONG; Wapakoneta, Ohio, Estados Unidos, 5 de agosto de 1930 - Columbus, Ohio, 
25 de agosto de 2012. Párrafo de su Discurso protocolario al pueblo americano en la Casa Blanca , 1994.)
Más allá de teorías conspiranoides,  sospechas de los milenaristas y desvaríos de ufólogos ociosos, parece que el 21 de julio de 1969 Neil Armstrong (también caído en el “silencio del reciente agosto”) fue el primer ser humano en hollar la pálida superficie de la Luna... Había pasado poco más de un año desde que, el 22 de abril de 1968, la protesta de millar y medio de estudiantes en Nanterre hubiera desatado el confuso grito de libertad del mayo parisino.
El estudiantado (y buena parte del proletariado) francés “pedía la luna” en su alegato revolucionario (“Sed realistas: pedid lo imposible”, “Exagerar es ya un comienzo de invención”, decían un par de pintadas en la Facultad de Letras de París) y la fría tecnología norteamericana, anticipándose al socialismo real soviético en la carrera espacial, demostraba que era capaz de tomarla desde y para la sociedad de consumo que aquellos colectivos tanto criticaban y odiaban.
¡Hasta “el palio de la luz crepuscular”, que cantaba Jorge Sepúlveda, pasaba, así, a ser un objeto de consumo más en el gran mercado capitalista!.
Acaso por ello, por la mala conciencia de haber hollado y tornado en vil mercancía el pequeño satélite terrestre que sirviera (y aún sirve) de inspiración para versos y cantos, ese pionero, ese primer hombre capaz de dejar impresas las marcas de la suela de sus botas en el polvo selenita, se sintió invadido por la confusión en su entrecortado discurso al pueblo americano para celebrar, desde la propia Casa Blanca, el vigésimo quinto aniversario de su hazaña... Y, como alguien que “está en la luna”, se atrevió a afirmar que todavía existían muchos ideales (distintos a los del pueblo americano, se supone) por descubrir, y, sobre todo, se atrevió a insinuar que los adelantos tecnológicos disponibles acabarían por dinamitar las “capas protectoras de la verdad” (oficial, se supone).
O sea, más o menos, que, como decía otra de las pintadas en el lugar y tiempo ya señalados, “estamos tranquilos: dos más dos ya no son cuatro”.
Nacho Fernández del Castro, 5 de Septiembre de 2012

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