«Isla en la que todo se aclara.
Ahí se puede arribar a pruebas firmes.
No hay más camino que aquellos de llegada.
Las zarzas se doblan por el peso de las respuestas.
Crece ahí el árbol de la Suposición Correcta
con sus ramas eternamente desenredadas.
Y deslumbrantemente recto el árbol de la Comprensión
junto a una fuente llamada Ah, De Eso Se Trata.
Cuanto más denso se hace el bosque, más amplio aparece
el Valle de la
Evidencia.
Si hay alguna duda, el viento la disipa.
El eco de ninguna voz toma la palabra
y aclara con entusiasmo los secretos de los mundos.
A la derecha, la caverna en la que se encuentra sentido.
A la izquierda, el lago de la Convicción Profunda.
Del fondo se desprende la verdad y sale sin más a la
superficie.
Domina el valle de la Seguridad
Inquebrantable.
Desde su cima se extiende la Esencia de las Cosas.
A pesar de sus encantos, la isla está desierta
y las pequeñas huellas de pasos que se ven en sus orillas
se dirigen hacia el mar sin excepción.
Como si de ahí solamente se saliera
para hundirse irremediablemente en el abismo.
En una vida inconcebible.»
(Wislawa
SZYMBORSKA; Prowent, actual Kórnik, Polonia, 2 de julio de
1923 - Cracovia, 1 de febrero de 2012. Premio
Nobel de Literatura 1996. “Utopía” en Wielka liczba, 1976 –publicado en castellano como
El
gran número. Fin y principio y otros poemas, 1997-.)
Por
eso las sociedades que intentan
plasmar un anhelo sublime, un ideal de perfección, una bella utopía, acaban condenando a sus
miembros a una huida permanente hacia
el abismo de lo vulgar, de lo infecto, de
lo inmediato. No deja de ser paradójico que las “sociedades del utopismo”
acaben por ser lugares de los que se huye como de la miseria... Y como quienes
huyen de la miseria se ven sumidos
habitualmente en una “doble miserabilización” en los lugares de destino, donde
acabará por negárseles incluso los derechos
definen y reconocen su condición humana,
quienes huyen del utopismo realizado
se hunden con frecuencia en una “doble
alienación” en los rincones de acogida, donde acabará por convertírselos en mercancía ejemplarizante para cimentar el control
social desde la generalizada sumisión
aprendida.
Nacho Fernández del Castro, 12 de Septiembre de 2012
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