«Aaaay... dolor tan temerario, dolor inconsiderado, más denso que las
oscuras entrañas de la tierra... Ay, ay, ay, adversidad que despedaza, en vano
trato de unir los astros de mi memoria.»
(Héctor AZAR; Atlixco, Puebla, México, 17 de octubre de 1930 - Ciudad de México, 11 de mayo de 2000. Olímpica, 1962.)
El mundo
nos provoca en muchos momentos dolor,
nos sume en la adversidad, nos hace
sentir tan perdidos como si deambulásemos por la densidad oscura de las
entrañas de la tierra... Nos duelen, primero, las miserias propias y las de nuestra gente, pero también el lacerante
abandono en el que van quedando cada nuevo paria
del mundo global.
¿Cómo
asistir sin duelo y en silencio al lamentable espectáculo de tantos desmantelamientos vitales?... ¿Cómo
observar sin grima y escozor la lúgubre cascada de injusticias y latrocinios?... ¿Cómo soportar sin náuseas la mezquina
abolición de tantos derechos universales
por imposición de quienes pueden pagárselos?.
Y,
sin embargo, la vida sigue ofreciéndonos sus pequeños rincones para el gozo,
sus efímeros motivos para la risa, sus endebles verdades inmediatas y
hermosas... Una brisa matutina que acaricia nuestro rostro, la visión de un
ocaso marino desde el acantilado, la sencilla alegría de una mesa compartida
con quienes queremos y nos quieren, el descubrimiento maravilloso de lugares
mil veces transitados antes sin los sentidos abiertos al disfrute, la
satisfacción del trabajo bien hecho, la sensación de deber inexcusable (y
provisionalmente cumplido) en la lucha colectiva, el calmado cultivo sin
aspavientos de los afectos más cotidianos...
Por
eso, aquí y ahora, sigue mereciendo la pena vivir... Para disfrutar y querer, y,
desde el gozo y el cariño, luchar contra lo que, inevitablemente, nos duele y
daña.
Porque
la única esperanza que podemos
aceptar que dimita es la Presidenta
de la Comunidad
de Madrid y funcionaria (liberal) del Estado.
Nacho Fernández del Castro, 17 de Septiembre de 2012
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