«Cómo voy a creer / dijo el fulano
que el mundo se quedó sin utopías
cómo voy a creer
que la esperanza es un olvido
o que el placer una tristeza
cómo voy a creer / dijo el fulano
que el universo es una ruina
aunque lo sea
o que la muerte es el silencio
aunque lo sea
cómo voy a creer
que el horizonte es la frontera
que el mar es nadie
que la noche es nada
cómo voy a creer / dijo el fulano
que tu cuerpo / mengana
no es algo más que lo que palpo
[...]
cómo voy a creer / dijo el fulano
que la utopía ya no existe
si vos / mengana dulce
osada / eterna
si vos / sois mi utopía.»
(Mario Orlando
Hardy Hamlet Brenno BENEDETTI FARRUGIA: Paso de los
Toros,
Departamento de Tacuarembó, Uruguay, 14 de septiembre de 1920 – Montevideo,
17 de mayo de 2009.
Estrofas
de “Utopías” en Las soledades de Babel, 1991.)
Y,
sin embargo, aún hay personas (y actos, y cosas) a nuestro alrededor capaces de transmitirnos dulzura, de proponernos osadías, de situarnos en el anhelo de un mañana (siempre mejor)... En ellas debemos volcarnos como
nuestra única senda hacia la ilusión,
a ellas debemos agarrarnos como nuestro único paraíso posible, por ellas debemos apostar como nuestra única posibilidad
de utopismo.
Ocurre
como con la crisis económica... De poco nos sirve que nos digan que los parámetros macroeconómicos están
mejorando, si esas mejoras tardarán todavía años en manifestarse en el ámbito microeconómico... Incluso podemos
morir de inanición mientras esperamos esa proyección.
En
cambio las ligeras prosperidades que se pueden dar en nuestro entorno más
inmediato, en lo más micro, siempre
derivarán la posibilidad de eficaces ayudas
para la subsistencia... Aunque lo macro vaya de pena, los mercados no tengan ninguna confianza y las primas de riesgo se disparen, las muy canallas.
Pero
al final, en lo económico, la prosperidad y la subsistencia habrá de ser universal,
aunque sólo sea para garantizar, egoístamente, la ausencia de una
conflictividad social permanente.
Nacho Fernández del Castro, 13 de Septiembre de 2012
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