«[...] Que aquella causa
aparezca perdida,
nada importa;
Que tantos otros, pretendiendo fe en ella
sólo atendieran a ellos mismos,
importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.
nada importa;
Que tantos otros, pretendiendo fe en ella
sólo atendieran a ellos mismos,
importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.
Por eso otra vez hoy la causa te
aparece
como en aquellos días:
noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
a través de los años, la derrota,
cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.
como en aquellos días:
noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
a través de los años, la derrota,
cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.
Gracias, compañero, gracias
por el ejemplo. Gracias porque me dices
que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana.»
por el ejemplo. Gracias porque me dices
que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana.»
(Luis CERNUDA
BIDÓN; Sevilla, España, 21 de septiembre de 1902 – México, D.F.,
México,
5 de noviembre de 1963. Estrofas de “1936” del poemario Desolación de la Quimera, 1962.)
Desde
luego, son multitud quienes, acogidos a eso que llaman “el signo de los tiempos”, traicionan cualquier nobleza, cualquier bello ideal, en aras del lucro y el estatus personales... Pero aún hay quien no lo hace,
quien se agarra a sus propias entrañas para resistir
y disentir de “lo que hay”.
Nacho Fernández del Castro, 15 de Septiembre de 2012
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