«Que otras vidas más hondas sofoquen mi
nostalgia
y que el don del valor me sea
concedido.
Que el amor se engrandezca y sea
fiel y dure
y que ajenos paisajes impidan la
tristeza.
Que el olvido y la muerte, que
el tiempo y el dolor formen por esta vez en el bando vencido.
Que las luces se apaguen, y en
la noche del cine
una breve mentira nos convierta
en más vivos.»
(Carlos MARZAL;Valencia,
España, 1961. “Invocación”, poema
inicial -1ª. Parte: Variedades- del
libro
El último de la fiesta, 1987.)
A muchos de nosotros, racionalistas postreros en un mundo
sin más lógica que la de la ley de la fuerza, comienzan a
aplastarnos unas nostalgias tan
idefinidas e indefinibles como la propia bruma...
Por eso deseamos, sólo
podemos ya desear, que otras vidas más profundas y sabias atinen a
neutralizarlas para ayudarnos a encontrar el valor para seguir
luchando contra la injusticia, a cuidar el amor con vocación de permanencia,
a encontrar paisajes tan bellos que impidan la tristeza... Y, así, logremos
que olvidos y dolores, que el paso del tiempo y la muerte
sean, por una vez, los derrotados.
Algo, en fin, situado más
en el horizonte de posibilidades virtuales que en el de los hechos
reales, probables o, tan siquiera, posibles.
Afortunadamente, para todo
eso, para sentirnos en definitiva vivos, nos queda la noche artificial
de las pantallas iluminadas por pequeñas mentiras consoladoras de
hora y media... ¡Y hasta el cine anda de capa caída!.
Nacho Fernández del Castro, 14 de Septiembre de 2012
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