«...Le había llevado a ingresar en el
juego de los héroes, de los esclarecidos, de los escogidos y señalados por el
dudoso dedo de Dios: una idea de la dignidad y una idea de lo cotidiano en los
fundamentos del cambio de una existencia...»
(Horacio VÁZQUEZ
RIAL; Buenos Aires, Argentina, 1947 - Madrid, 6 de septiembre de 2012.
La libertad de Italia, 1987.)
Acaso, aquí y ahora, resulta especialmente
frecuente que los jóvenes revolucionarios
del pasado siglo se tornen en activistas
conservadores especialmente sarcásticos
con sus viejas ideas y quienes aún
osan mantenerlas... Horacio Vázquez era,
hasta ayer, uno de ellos.
Nunca
llegó, sin embargo, en su dignidad literaria, a las bajezas morales de esos columnistas, tertulianos y ciberactivistas
del think tank español más
ultramontano que tanto gustaban hogaño (no antaño) de bailarle las aguas.
Convencido,
sin duda, de que aquel pasado en el que quiso jugar a ser un héroe esclarecido por la gracia de algún
dios revoltoso e comunista (como Lev
Davídovich Bronstein, alias León Trotski) había sido un pecado juvenil que debía
hacerse perdonar por “la buena sociedad”, su pluma cambió de rumbo tras una
crisis personal en 1999 y, sobre todo, tras los atentados de las Torres Gemelas
neoyorquinas, el 11 de Septiembre de 2001.
Sus servicios temáticos e ideológicos a la causa conservadora, aunque jaleados por
los voceros más radicales, se quedaron, sin embargo, el las páginas de unos “ajustes
de cuentas literarios” poco dados al exabrupto
mediático o las boutades
filofascistas. Vamos, palabras relativamente silenciadas por una sordina crítica
y autocrítica que, aunque ya no creyese en la necesidad del cambio de existencia alguna, mantenía
una inercia de dignidad cotidiana.
Desconozcemos, desde luego, las razones profundas de
crisis personales e ideológicas como
la de Vázquez Rial, entre otras cosas porque no las entendemos... En el mundo
vemos, en todo caso, miles de razones para justificar un proceso inverso. Y
otros lo han hecho para regalar una vejez de hermosa palabra liberadora y revolucionaria. Personalmente, claro,
nos alineamos con éstos.
Nacho Fernández del Castro, 7 de Septiembre de 2012
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