«...La tristeza de aquel momento en el corazón de un París a un
tiempo extranjero e íntimo me dolía y aquel dolor era una forma de felicidad.»
(Ramón José
SENDER GARCÉS; Chalamera, Huesca, 3 de febrero de 1901 - San
Diego, Estados Unidos,
16 de enero de 1982. Rafael Parga,
narrador-protagonista de la historia de La
luna de los perros, 1962.)
Eso ocurre con la sorprendente secularización que
transmuta, año a año, la pía celebración de la Virgen de Covadonga en exaltación político-sentimental de la asturianía (bueno, supongo que a
los extremeños les sucede igual en este día con su Virgen de Guadalupe)...
A cuantos nos duele este momento de tremendas injusticias y desigualdades sin parangón, estos tiempos de gobernantes que hacen mofa y befa de la democracia, esta tierra tan
hermosa como esterilizada y pasteurizada por los dictados del nuevo (des)orden global, nos invade,
inevitablemente, esa triste felicidad ante el aquí y el ahora de patriarcas
religiosos diciendo que donarán parte de su sueldo a sus propias instituciones
de caridad para beneficio de los que más sufren la crisis y de políticos
cantando las excelencias de los emprendedores mientras recortan poniendo cara
compungida todo lo que es de todos (no tanto sus chiringuitos, aquellos
inventos del poder que acabarán por refugiar a quienes los han creado)...
Bueno, al menos aquí no nos peleamos por un
Eurovegas cualquiera u otros
complejos del ocio más impúdico y aberrante.
Pero el caso es que, sí, nos invade esa tristeza
feliz... ¿Será simple nostalgia?...
Y, ¿de qué?.
Nacho Fernández del Castro, 8 de Septiembre de 2012
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