viernes, 21 de septiembre de 2012

Pensamiento del Día, 21-9-2012



«El nuevo se detuvo a mirar a su alrededor un minuto, para captar el ambiente de la sala de estar.
A un lado de la sala están los pacientes más jóvenes, llamados Agudos porque los médicos suponen que aún están lo suficientemente enfermos como para poder hacer algo con ellos; practican pulsos y juegos de manos en los que se trata de sumar y restar y contar tantas cartas y se adivina la carta escogida. Billy Bibbit intenta aprender a liar cigarrillos perfectos y Martini va dando vueltas y descubre cosas debajo de las sillas y de las mesas. Los Agudos se mueven mucho. Se cuentan chistes y hacen muecas tapándose la boca (nadie se atreve a actuar espontáneamente y soltar una carcajada, de inmediato aparecería todo el personal con libritos de notas y un montón de preguntas) y escriben cartas con lápices amarillos, gastados y mordidos.
Se espían unos a otros. A veces uno dice algo personal que no tenía intención de revelar y alguno de sus compañeros de mesa bosteza y se levanta y se desliza hasta el gran cuaderno de bitácora junto a la Casilla de las Enfermeras y escribe lo que acaba de oír; la Gran Enfermera dice que ese cuaderno es de interés terapéutico para toda la galería, pero yo sé que lo único que ella desea es obtener información suficiente para mandar a alguno de los chicos al Edificio Principal, para que lo recompongan, lo examinen de arriba abajo y resuelvan la cuestión.
A los tipos que anotan algún dato en el cuaderno de bitácora se les señala en la lista con una estrella y pueden acostarse tarde al día siguiente.
Al otro lado de la sala, frente a los Agudos, se encuentran los desechos del Establecimiento, los Crónicos. Éstos no están en el hospital para que los recompongan, sino simplemente para evitar que corran por las calles y desprestigien el producto. Los Crónicos no saldrán nunca de aquí, así lo admite el personal. Los Crónicos se subdividen en Ambulantes que, como yo, aún pueden andar solos si se les alimenta, en Rodantes y en Vegetales. En realidad, los Crónicos —o la mayoría de nosotros— son máquinas con fallos sin reparación posible, fallos de origen, o fallos que han ido formándose a lo largo de tantos años de darse con la cabeza contra obstáculos impenetrables hasta que cuando el hospital da con el tipo en cuestión éste sólo es un montón de chatarra abandonada en un erial.»
 (Ken KESEY; La Junta, Colorado, Estados Unidos, 17 de septiembre de 1935 - Pleasant Hill, Oregón, 
10 de noviembre de 2001. Análisis del asilo psiquiátrico por "Chief" Bromdem, amerindio narrador de  
One Flew Over the Cuckoo's Nest –Alguien voló sobre el nido del cuco-, 1962.)
Cuando se cumplen cincuenta años desde que Ken Kesey lograra publicar, basándose en sus experiencias como enfermero de noche en el Hospital Psiquiátrico de Menlo Park (California), la genial novela One Flew Over the Cuckoo's Nest  (que había escrito tres años antes, que Dale Wasserman llevaría a los escenarios de Brodway un año después de su publicación, y que Milos Forman plasmaría en la gran pantalla en 1975 para llevarse todos los Premios Oscar principales del año), merece la pena ensayar una visión del mundo actual desde la mirada del silente indio “Chief” Bromdem.
En el texto, se retrata, en cualquier caso, un asilo mucho más precario y más próximo a su residencia de entonces (el de Pendleton, en Oregón, que poco más tarde se convertiría en la Eastern Oregon Correctional Institution)... También más idóneo, seguramente, para nuestra proyección.
Y es que la humanidad del presente, en un planeta en el que lo que realmente se globaliza es la pobreza (extendiéndose del tercer al primer mundo), en el que de muchos modos podemos decir que “todos estamos oprimidos y alienados” (por la miseria, por la precariedad, por el consumismo, por el ocio basura, etc.), las gentes comenzamos a dividirnos entre quienes todavía pueden ser de alguna utilidad para que el gran negocio siga funcionando (es decir, quienes pueden ser considerados recuperables, los Agudos) y quienes, irrecuperables de todo punto, deben ser simplemente aislados para que sus desvaríos no perjudiquen la fluida continuidad de la ceremonia de la apariencia y sus dividendos (o sea, los Crónicos)...
Por eso, de los Agudos es necesario tener el mayor volumen de información posible (para eso están los grandes cuadernos de bitácora de los registros de consumo en las cajas de las grandes superficies, los registros personales en la red, las encuestas y otros métodos más directos de las autoridades)... De los Crónicos, en cambio, las autoridades al servicio de los amos de la cosa pueden desentenderse, dejándolos en manos de los que Pierre Bordieu, en sus Interferencias, llamaba “profesionales del dolor”, enseñantes, trabajadores sociales o jueces de primera instancia que, más allá de la atención directa del Estado, se ven ante la realidad de esos Crónicos sin más opciones de respuesta que el dolor.
No obstante, no se preocupen, que, si alguien, esté en la Agudeza o en la Cronicidad, pretende “salir por peteneras”, se le aplicará el tratamiento adecuado, reparador en un caso e inhibidor en el otro.
El propio Ken Kesey había sido cobaya humano en Menlo Park para la Operación MK Ultra, “programa de investigación” iniciado en 1953 por la Central Intelligence Agency (CIA) bajo el impulso de su director de entonces, Allen Dulles, para buscar una droga de la verdad...  Así que allí había entrado en contacto, “patriótico”, con psicotrópicos como el peyote o la dietilamida de ácido lisérgico (LSD), lo que luego le llevaría a ser pionero en la experimentación lúdica y creativa con ese tipo de sustancias, dentro de The Merry Pranksters. Por desgracia, entonces como ahora, los poderes establecidos no estaban para soportar los “desvaríos” (que más tarde trivializaría el movimiento hippie) de esos Alegres Bromistas... Y las persecuciones policiales (de las mismas “fuerzas del orden”, en definitiva, para las que había probado las drogas psicodélicas) acabaron por agotarle y llevarle a una callejón sin salida donde las formas expresivas, lejos de la irreverencia y la imprevisibilidad iniciales, se reiteraban hasta el hastío... Y el abandono.
Pero, al menos, los que nos sentimos más Crónicos que Agudos no deberíamos tener ninguna intención de abandonar, ¿no?.
Nacho Fernández del Castro, 21 de Septiembre de 2012

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