«Los hombres se relacionan con la vida como lo harían si se
les ofrece medio pollo en la cena:
a) Los materialistas: ya te lo terminarás y no hay más.
b) Los empíricos: quizás haya más pero, verás, todo es muy
azaroso: el gallinero no es mío y quién es el dueño está fuera de mis premisas.
c) Los religiosos: por supuesto que la otra mitad está
esperándote. Es más: la vida después de la muerte es un buffet con todo el
pollo que puedas comer.»
(Fabrizio MEJÍA
MADRID; México DF, 1968. Final de Vida digital, 2012.)
Por eso triunfan las religiones; porque son capaces de tranquilizar a la gente con el aplazamiento
(irrefutable por incomprobable) de ese “poco más”.
Por eso tiene tan mala prensa el materialismo; porque, convencido de que “hay lo que hay”, no deja ningún
resquicio a la esperanza en más allá alguno (ni tan siquiera en una
oportuna multiplicación de los panes y los peces).
Pero, en realidad, la actitud más meliflua es
la de quien, empirista, no dice ni sí
ni no porque sus sentidos no han
podido (nunca podrán) agotar las experiencias
sensoriales de este mundo... Así que se conforma con un “parece (o no parece) improbable, pero ¿quién
sabe?”... Por eso el agnosticismo
es también tan melifluo: ¿cómo a alguien en sus cabales puede parecerle irrelevante que haya o no un más allá repleto de transcendentes y eternos premios y castigos?... El que los sentidos
no lo puedan corroborar de modo alguno no quiere decir que esté más allá de “la lógica de este mundo”.
Así que mejor nos dedicamos, aquí y ahora, a
luchar por mejorar lo que hay.
Nacho Fernández del Castro, 24 de Septiembre de 2012
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