«Retrocedemos cada vez más a unos abominables niveles de
desigualdad que no se recordaban desde la era del capitalismo temprano.»
(Zygmunt BAUMAN; Poznań,
Polonia, 19 de Noviembre de 1925. This is Not a
Diary -Esto no es un diario-, 2012.)
La
construcción de la vieja sociedad
burguesa en el capitalismo temprano
y pujante se hizo a costa, evidentemente, del desarrollo de niveles de desigualdad tan gigantescos
como abominables... Pero, al menos, entonces se desarrollaba paralelamente una
cierta estructura paternalista a
través de la cual la próspera burguesía,
de paso que entresacaba de orfanatos
y escuelas la mano de obra más adecuada para que todo siguiese funcionando, intentaba
minimizar, con economatos u hospitales, el conflicto
latente en la propia opresión del
proletariado.
Todo
ese núcleo del paternalismo burgués
fue el que, de algún modo, asumido y desarrollado por los grandes Estados industriales del
siglo XX dió lugar a la construcción
del llamado Estado del Bienestar, cuyas
diversas formas e instrumentos no fueron sino intentos institucionalizados de compensación de las desigualdades y
fortalecimiento de la cohesión social.
Unas
formas e instrumentos devastados hoy por los ajustes impuestos por intereses ligados a una economía neoliberal
que se presenta como única alternativa... Pero lo que realmente se está
aceptando con ello es la rendición de la
política a un determinado modo de entender la economía (como simple “ley del más fuerte”), la subsidiaridad del poder público ante unos poderes
privados que hacen y deshacen a capricho y mantienen las instituciones políticas formales como
simples mediadores útiles para legitimar ese antojo... ¡Ah!, y vincular lo público (residual) al curioso y nada
liberal principio de la “privatización de beneficios y socialización
de pérdidas”.
¿Estamos
dispuestos a volver al medievo
(aunque sea sin teocracia)?.
Nacho Fernández del Castro, 16 de Septiembre de 2012
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