domingo, 16 de septiembre de 2012

Pensamiento del Día, 16-9-2012



«Retrocedemos cada vez más a unos abominables niveles de desigualdad que no se recordaban desde la era del capitalismo temprano.»
 (Zygmunt BAUMAN; Poznań, Polonia, 19 de Noviembre de 1925. This is Not a Diary -Esto no es un diario-, 2012.)
Aquí y ahora, con todo descaro, parapetada tras la nebulosa de esa crisis a cuyo advenimiento tanto han contribuido y que tan bien le viene ahora para justificar sus actos, la casta política, siempre presta a servir a sus verdaderos amos (que no son precisamente las buenas gentes todavía votantes), está haciendo retroceder las bases de la sociedad a niveles premodernos.
La construcción de la vieja sociedad burguesa en el capitalismo temprano y pujante se hizo a costa, evidentemente, del desarrollo de niveles de desigualdad tan gigantescos como abominables... Pero, al menos, entonces se desarrollaba paralelamente una cierta estructura paternalista a través de la cual la próspera burguesía, de paso que entresacaba de orfanatos y escuelas la mano de obra más adecuada para que todo siguiese funcionando, intentaba minimizar, con economatos u hospitales, el conflicto latente en la propia opresión del proletariado.
Todo ese núcleo del paternalismo burgués fue el que, de algún modo, asumido y desarrollado  por los grandes Estados industriales del siglo XX  dió lugar a la construcción del llamado Estado del Bienestar, cuyas diversas formas e instrumentos no fueron sino intentos institucionalizados de compensación de las desigualdades y fortalecimiento de la cohesión social.
Unas formas e instrumentos devastados hoy por los ajustes impuestos por intereses ligados a una economía neoliberal que se presenta como única alternativa... Pero lo que realmente se está aceptando con ello es la rendición de la política a un determinado modo de entender la economía (como simple “ley del más fuerte”), la subsidiaridad del poder público ante unos poderes privados que hacen y deshacen a capricho y mantienen las instituciones políticas formales como simples mediadores útiles para legitimar ese antojo... ¡Ah!, y vincular lo público (residual) al curioso y nada liberal principio de la “privatización de beneficios y socialización de pérdidas”.
Aquí y ahora, pues, en la economía global, con centros de decisión totalmente separados de los centros de producción y consumo (también drásticamente separados entre sí), el paternalismo ha muerto y el Estado Social de Derecho agoniza en su función postrera legitimadora de “lo que hay”... En este proceso, no sólo crece la desigualdad, sino que también la insolidaridad (entre personas, colectivos, pueblos o naciones) se dispara hasta el fraticidio (más o menos simbólico) y la libertad se identifica con esa “ley del más fuerte” según la cual, lisa y llanamente, quien más tiene, más puede.
¿Estamos dispuestos a volver al medievo (aunque sea sin teocracia)?.
Nacho Fernández del Castro, 16 de Septiembre de 2012

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