«Observar la naturaleza, estudiar sus productos, buscar las
relaciones generales y particulares que han ido imprimiendo en sus caracteres
y, finalmente, intentar comprender el orden que hace imperar por todas partes,
así como su funcionamiento, sus leyes y los medios infinitamente variados que
emplea para dar lugar a este orden, es, desde mi punto de vista, ponerse en
camino de adquirir los únicos conocimientos positivos que se encuentran a
nuestra disposición, los únicos, por otra parte, que pueden sernos
verdaderamente útiles y al mismo tiempo nos pueden proporcionar las
satisfacciones más dulces y limpias capaces de aliviarnos de las inevitables
penas de la vida.»
(Jean-Baptiste-Pierre-Antoine
de Monet de LAMARCK; Picardía,
Francia, 1 de agosto de 1744 –
París, 18 de diciembre de 1829. Primer párrafo
de la “Introducción” de Philosophie zoologique
–Filosofía zoológica-, 1809 -1910
para la primera edición en castellano-.)
El primero, generoso, inclusivo y con vocación
de universalidad, estaría en la base de toda construcción solidaria de la convivencia... El segundo, egoísta, exclusivo
y con vocación particularista, estaría en la base de toda construcción individualista de la sociedad.
Es, al fin y al cabo. la lucha entre las
mujeres de la sevillana Corrala La Utopía y quienes, desde
el poder o la calle, ponen todo su empeño en cortar de raíz cualquier aliento
de ese tipo... Es la lucha entre quienes creen que la profusión de miseria debe
visibilizarse en primera plana como única posibilidad para que los poderes públicos
se preocupen de combatir las causas que la provocan y quienes alientan las “normativas antimendicidad” que, al
estilo de la de Oviedo, se empeñan, so pretexto de la presencia de redes
organizadas y el mantenimiento de una “estética comercial” en las calles céntricas,
en “barrer la mendicidad para ocultarla bajo las alfombras de la periferia
urbana” mediante multas y hostigamientos.
Desde luego, los primeros impulsos, solidarios y universalistas, pueden errar, como le pasara a Lamarck al pensar que
la necesidad es la que crea el órgano
es el principio básico de la evolución
biológica... Pero, al menos, sus errores y aciertos se repartirán entre
todo el mundo, sin exclusiones, de modo que unos y otros harán más dulces las
satisfacciones y aliviarán las inevitables (pero repartidas y compartidas) penas
de la vida.
Y, sin embargo, estamos como estamos.
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