«El estar bien informado nos
impide alimentar la vanidad ajena.»
(Jane AUSTEN; Steventon,
Inglaterra, 16 de diciembre de 1775 – Winchester, 18 de julio de 1817.
Northanger
Abbey -La abadía de Northanger-, 1818 -2009,
por ejemplo, para una edición en castellaqno-.)
Si sabemos lo que
hay es muy improbable que atribuyamos todo el mérito o la culpa de lo que pasa a persona alguna... Y esto
lo sabemos muy bien por nosotros mismos: nunca, si lo examinamos con cuidado y
sinceridad, nuestros pequeños o grandes éxitos o fracasos han dependido
(dependen ni dependerán) exclusivamente de nuestra voluntad y esfuerzo.
Y es que sin la colaboración más o menos
consciente de los demás, sin el impulso explícito o implícito de quienes nos
rodean apoyándonos u obstaculizándonos, e incluso sin un poco de azar favorable
o contrario, nada de lo que nos ha pasado (nos pasa y nos pasará) tendría
lugar.
Ser consciente de esto es un buen
principio para rebajar la propia vanidad y evitar la contribución desmesurada
al crecimiento de la ajena.
Por eso, entre otras muchas cosas, tienen
tan poco sentido las reválidas... Sólo so un tamiz
inadecuado para repartir vanidades con redundantes (y falaces) criterios de estatus o clase. Aunque
puedan servir para seleccionar las gentes más proclives a bracear en las
variables aguas de la cultura del
emprendimiento.
Nacho Fernández del Castro,
4 de Noviembre de 2013
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