viernes, 15 de noviembre de 2013

Pensamiento del Día, 15-11-2013



«Vuela el mal con pies de pluma,



viene el bien con pies de plomo...»



(TIRSO DE MOLINA, pseudónimo literario de fray Gabriel TÉLLEZ; Madrid, 24 de marzo de 1579 - 
Almazán, Soria, 12 de marzo de 1648. Don Martín en Don Gil de las calzas verdes. Acto Tercero, estrenada en Toledo en 1615 y publicada en la Quarta parte de las comedias del Maestro Tirso de Molina,  1635.)



Esta sociedad, este sistema, esta forma de ver el mundo y entender la vida según los intereses de los (económicamente) poderosos ha intentado, por todos los medios (simbólicos y reales), borrar el mal de nuestros imaginarios...



La cosa es así: se construyen unas bases normativas acordes con las cosmovisiones más convenientes a los deseos del amo (cuestiones como “el éxito o el fracaso son cuestiones meramente personales que dependen básicamente de las ambiciones y el esfuerzo invertido por cada cual”, “las cosas se mueven en función de las iniciativas particulares y sólo ellas garantizan un progreso permanente e ilimitado”, “todo lo público y universal supone en alguna medida un ataque a la libertad individual y resulta improductivo y antieconómico”, etc., que se proyectan en leyes concretas desreguladoras de actividades y mercados)... Y, a partir de ahí, se sigue un proceso de “naturalización” (incluso un poco más allá del mero consensuaqlismo) de esas normas, potenciado por toda la maquinaria de las grandes industrias culturales, de tal suerte que cualquier violación de las mismas (o la simple resistencia o disidencia públicas) aparezca como una desviación de la propia “naturaleza de las cosas”, es decir, no como un acto de maldad en sí (como la transgresión de convenciones sociales), sino como una manifestación de locura.



Psicopatologizar el conflicto y los problemas sociales (tal como muestran la proliferación mediática de la auto y heteroayuda o el florecimiento de una casta de expertas y expertos en restaurar los desarreglos cotidianos) es, pues, la punta visible del amenazante iceberg que congela nuestra ciudadanía eliminando de su horizonte la posibilidad misma de obrar mal... Así que se van elaborando nuevas normas ad hoc en respuesta a cada nueva forma de  rebeldía (escrache, actos simbólicos en instituciones públicas o privadas, protestas de gran visibilidad pública, difusión de imágenes inequívocas de represión, etc.) y ampliando con ello ese espacio de las “desviaciones” que se acerca cada día más al punto de masa crítica en el que supere al propio ámbito, mantenido ya sólo por el miedo, de la supuesta “normalidad”.



Pero lo cierto es, y cada cual lo sabe a su manera (mucha gente hasta le vota), que el mal sigue existiendo como existía en el siglo XVII... Y, aquí y ahora, vuela más con pies de pluma de lo que suponía Tirso entonces, porque, ladino y torticero, se refugia en los pequeños y grandes cenáculos del poder... Para que el bien acumule tanto plomo en los pies que sólo acierte ya a arrastrarlos por la solidaridad entre iguales.



Nacho Fernández del Castro, 15 de Noviembre de 2013

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