«Aquel que es demasiado cómodo para pensar por su cuenta y ser su propio
juez, se somete a las prohibiciones del momento existentes. Le resulta más
sencillo.»
(Hermann Karl HESSE, Premio Nobel de
Literatura 1946;
Calw, Baden-Wurtemberg, Imperio alemán, 2 de julio de 1877 – Montagnola, Cantón
del Tesino, Suiza, 9 de agosto de 1962. Demian: Die Geschichte von Emil Sinclairs Jugend –Demian: Historia de la juventud de Emil Sinclair-, 1919
-2007, por ejemplo, para una edición en castellano-.)
En
realidad, hoy, aquí y ahora, es lo que hace la mayoría, ¿no?... Sacralizar cualquier norma o convención como proveniente de algún etéreo ente legitimador supramundano o, si no se tiene un talante suficientemente metafísico para ello, naturalizarla como si estuviese dada en
la propia esencia del mundo, y, aún
cuando el carácter no sea lo bastante
dado a lo ontológico para tal, socializarla
“como si” del fruto de alguna suerte de consenso
universal (nunca explicitado) se tratara.
Así que muchísima gente (eso que los
gobernantes gustan de llamar “mayorías silenciosas”) acepta la demonización, bestialización y criminalización de quienes, por activa o
por pasiva, se enfrentan a esas normas y convenciones o, simplemente, osan
disentir de ellas en voz alta... Es más cómodo y mucho más sencillo.
Pero no deja de resultar curioso que ni
siquiera se fijen que quienes orquestan esos procesos demonizadores,
bestializadores y criminalizadores de cualquier rebeldía modifican
continuamente las normas para “adaptarlas” a las nuevas manifestaciónes del
desacato... Y lo hacen siempre en beneficio de esos amos del mundo (los
verdaderos beneficiados con el asunto) a los que sirven sumisamente de testaferros políticos. Serán
casualidades, pero con un aire inequívoco de colaboración necesaria.
Nacho Fernández del Castro,
22 de Noviembre de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario