lunes, 11 de noviembre de 2013

Pensamiento del Día, 11-11-2013



«Mi necesidad de seguir un comportamiento homicida a escala masiva no puede remediarse, pero no tengo otra forma de realizarme.»
 
 (Bret Easton ELLIS; Los Ángeles, California, Estados Unidos, 7 de marzo de 1964. 
 Patrick Bateman en American Psycho, 1991 –también para la primera edición en castellano-.)
La falacia de la realización ‘personal, tan unida a los idealismos del “buen rollito” (desde la vieja idea de la educación como una suerte de florecimiento interior hasta la cultura del emprendimiento y, en general, las deversas manifestaciones del anarcocapitalismo), es utilizada con demasiada frecuencia para legitimar psicológicamente todo tipo de comportamientos...   De hecho, oímos mentar la realización personal (más o menos perversa, más o menos apartada de los usos y costumbres del momento y el lugar) para establecer casos donde la prostitución, cierta violencia más o menos controlada o, si me apuran, hasta la esclavitud, pueden ser admitidas con carta de naturaleza.
¿Qué pasaría, en el extremo, con quienes se realizan sólo mediante una conducta criminal masiva y reiterada?... ¿Habría que buscar un ámbito donde pudieran “realizarse” sin graves e irreversibles perjuicios para terceras personas?... ¿Habría que considerarlos desviaciones irrecuperables de lo humano y encerrarlos bajo siete llaves hasta que el deterioro biológico haga su postrero trabajo?.
En realidad, situar la realización personal, más allá de cualquier referencia comunitaria, como núcleo exclusivo (o siquiera fundamental) de los procesos educativos y, en general, de socialización, es la trampa de la que se vale el sistema capitalista, la ideología liberal, y la apuesta “moral” por la competencia como valor central, para fragmentar las sociedades hasta producir una individualización que deje a las personas, como sujetos aislados en su propia subjetividad, inermes ante los intereses y caprichos de los grandes poderes (económicos)... No basta realizarse a partir de una buena integración con los demás y con la naturaleza; es más, tan actitud resultaría nociva para el verdadero motor del progreso: la competencia. el permanente esfuerzo por ser mejor que los demás en lo que uno hace para “sacarlos del mercado”.
Para redondear ese proceso, en todo caso, es necesario eliminar el mal del universo de discurso...  La ciudadanía no puede actuar bien (por muy solidaria que sea su conducta) o mal (por muy homicida que sea su comportamiento), sino sólo de forma competente o incompetente.
Lo demás es mera desviación psicológica, simple locura... Y por eso el Estado debe conservar la única función de legislar esa normalidad y actuar en consecuencia contra las anormales disidencias.
Nacho Fernández del Castro, 11 de Noviembre de 2013

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