domingo, 17 de noviembre de 2013

Pensamiento del Día, 17-11-2013



«¿Te acuerdas del doctor North? —preguntó Anna.
Pues claro.
Va a instalar una especie de centro de asistencia matrimonial, algo mitad oficial y mitad privado. Dice que las tres cuartas partes de los pacientes que van a quejársele de dolores y molestias, en el fondo no tienen más que dificultades matrimoniales.
Y tú vas a darles buenos consejos.
Algo parecido. También quiero hacerme miembro del Partido laborista y dar una clase dos noches a la semana para chicos delincuentes.
O sea que las dos vamos a integrarnos, de la forma más radical, en el estilo de vida británico.
He tenido mucho cuidado en evitar ese tono.
Tienes razón; es que la idea de hacer de asistenta matrimonial...
Sirvo mucho para los matrimonios de los otros.
iOh, sí! Desde luego. Bueno, quizás un día me encuentres a mí al otro lado de la mesa del consultorio.
Lo dudo.
Yo también. No hay nada mejor que conocer las medidas exactas de la cama en que te vas a meter. —Enojada consigo misma, con sus manos retorciéndose por la irritación, Molly hizo una mueca y añadió—: Eres muy mala influencia, Anna. Estaba perfectamente resignada a ello hasta que has entrado tú. La verdad es que creo que nos llevaremos muy bien.
No sé por qué no.
Hubo un corto silencio, que Molly rompió al exclamar:
Qué curioso es todo, ¿verdad, Anna?.
Muchísimo.
Al cabo de muy poco, Anna dijo que tenía que volver junto a Janet, pues ya habría regresado del cine, adonde había ido con una amiga.
Las dos mujeres se besaron y se separaron.»
(Doris LESSING, Doris May TAYLER de soltera; Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2001, 
Premio Nobel de Literatura 2007; Kermanshah, Persia –hoy Irán-, 22 de octubre de 1919 − 
Londres, Reino Unido, 17 de noviembre de 2013. Final de The Golden Notebook –El cuaderno dorado-, 1962 -1979 para la primera edición en castellano-.)
Se fue una de las grandes “transgresoras tranquilas”... Quien se convirtiera en abanderada del anticolonialismo tras los asentamientos familiares que pasearon su infancia y juventud por las colonias africanas del Imperio, quien asumiese el activismo intelectual en el Partido Comunista británico de mediados del pasado siglo hasta que las atrocidades estalinianas la llevaron a borrarse de la nómina, quien consagró su cuaderno dorado como texto inexcusable de la literatura feminista mientras consideraba el “feminismo oficial” absolutamente simplista en su enfoque de las relaciones entre mujeres y hombres, quien fuera una avanzada de la narrativa fragmentaria postmoderna sin considerarse nunca como tal, quien rechazara a finales del pasado milenio el título de Dama del Imperio Británico que pretendía concederle Isabel II porque “ya no hay ningún Imperio” (aceptando a cambio la honra menor de la Order of the Companions of Honour), quien recibiera el Premio Nobel de literatura hace poco más de un lustro cuando ya nadie contaba con ella,   cosa no tiene desperdicio, ha silenciado ya hasta sus susurros postreros...
Pero resulta que su pesimismo positivo, ese “no ser tanto pesimista como consciente de que el mundo es pésimo” que diría su colega de oficio, honores y disidencias Saramago, fue dejando un rastro indeleble desde su pentalogía Hijos de la violencia (The Children of Violence series, 1952-1969) hasta una larga sucesión de gritos paradójicos, desgarrados y serenos a un tiempo, como Instrucciones para un descenso al infierno (Briefing for a Descent into Hell, 1971), Memorias de una superviviente (Memoirs of a Survivor, 1974) o La buena terrorista (The Good Terrorist, 1985)... Gritos, en fin, que sólo apuntalaban la lúcida y firme voluntad de ser afán de libertad y justicia frente a un mundo opresivo e injusto, pero siempre desde él... Apostando por la experimentación psicoliteraria frente al mero exabrupto, por la fuerza de la belleza rebelde frente al poder de las sombras... Sin vanos aspavientos ni adscripciones forzadas.
Nacho Fernández del Castro, 17 de Noviembre de 2013

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