«Ya estaba trazando su porvenir, deslumbrante y esplendoroso. ¡Cómo
llenaría su nombre el mundo y haría estremecerse a la gente!. ¡Qué gloria la de
hendir los mares procelosos con un rápido velero, el “Genio de la Tempestad”, con la
terrible bandera flameando en el mástil!. Y en el cenit de su fama aparecería
de pronto en el pueblo, y entraría arrogante a la iglesia, tostado y curtido
por la intemperie, con su justillo y calzas de negro terciopelo, sus grandes
botas de campana, su tahalí escarlata, el cinto erizado de pistolones de arzón,
el machete, tinto en sangre, al costado, el ancho sombrero con ondulante pluma,
y desplegada la bandera negra ostentando la calavera y los huesos cruzados, y
oiría con orgullo y deleite los cuchicheos: “¡Este es Tom Sawyer el Pirata!.
¡El terrible Vengador de la
América española!.»
(Mark TWAIN, pseudónimo literario de Samuel
Langhorne Clemens; Florida, Missouri, Estados Unidos,
30 de noviembre de
1835 - Redding, Connecticut, 21 de abril de 1910. Sobre los sueños de futuro de
Tom Sawyer en The Adventures of Tom
Sawyer –Las Aventuras
de Tom Sawyer-, 1876
-2008,
por ejemplo, para una edición en castellano-.)
Pero, ¿cuántas veces nos falta perspectiva?... Tom Sawyer pensaba, en sus
ensoñaciones, que lo urgente, lo perentorio era, ante todo, vengar los desmanes
conquistadores de los españoles en América. Pero no era capaz de atisbar
siquiera las injusticias que el desarrollo industrial incipiente ponían delante
de sus mismas narices, como no era capaz de preguntarse dónde estaban los indígenas
de las tierras que habitaba y qué habían hecho con ellos sus antepasados (los
Sawyer, los Clemens y todos sus colegas peregrinos del Mayflower) o qué
pensaban hacer sus contemporáneos con mando en plaza.
Si lo hubiese intuido, quizás dedicase sus ensoñaciones y afanes a la lucha obrera (más o menos violenta) o a
la defensa airada de los legítimos derechos
“históricos” de la tribu algonquina
de los missouris sobre las
tierras que habitaba.
Lo
dicho, le faltaba perspectiva y conocimiento... Como nos ocurre tantas
veces a nosotros a la hora de enfrentarnos a la opresión globalizada del presente... Nos perdemos en pequeñas y eternas batallas por lo particular que
fragmentan más que unen, descohesionan más que adhieren, enfrentan más que facilitan
el entendimiento. Y así andamos, más cerca del “y de lo mío, ¿qué?” que del
elogio de y la lucha por lo común.
Nacho Fernández del Castro, 12 de Noviembre de 2013
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