«Aparecieron sus dos amados
alcatraces, exactamente como los había querido, frente al muro jaspeado de
mugre, la sombra en el tallo largo que se perfila y culmina en la deslumbrante
blancura de las copas, la savia en las fibras del pétalo terminada en esa aguja
negra, preludio de muerte. En lo bello está implícita la crueldad, en la
naturaleza hay una falla, la muerte que recorre el camino inverso a la vida, Dio, que no se me vaya. Su ojo derecho
contra la lente, sin respirar, tensa, clic, la foto tomada, la emulsión repetía
el milagro. Colgó la copia a secar, como una pequeña sábana de su imaginación...»
(Elena PONIATOWSKA AMOR; París, Francia, 19 de mayo de
1932; Premio Cervantes 2013.
Tinísima, 1992.)
Al igual que su “novelada” Tina Modotti poseía
la virtud recíproca: la de captar imágenes
que decían mucho.
Ambas sabían, en realidad, que en medio de
la belleza siempre habita la crueldad, que en toda entrega aparecen rastros de
egoísmo, que sobre la vida acecha siempre la muerte... Pero también lo
contrario.
Así que por eso merece la pena seguir (como ellas hicieron siempre)
luchando, para intentar, aunque hay de ser con más voluntad que esperanza, disipar algunas
sombras... Y que, incluso, alguna vez (aunque nunca importe demasiado) alguien
puede llegar a valorar ese esfuerzo.
Nacho Fernández del Castro,
20 de Noviembre de 2013
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