miércoles, 6 de noviembre de 2013

Pensamiento del Día, 6-11-2013



«Cualquier producto que elimine el dolor, deprimirá la función sexual, inducirá euforia y creará adicción.»
 (William Seward BURROUGHS; San Luis, Missouri, Estados Unidos. 5 de febrero de 1914 – 
Kansas City, 2 de agosto de 1997. Naked Lunch –El almuerzo desnudo-, 1959 
-1989 para la edición en castellano-.)
Ya nos había dicho Epicuro de Samos que lo del placer, único camino hacia la felicidad, había que tomárselo con prudencia pues, bien mirado, intensos placeres inmediatos pueden acabar derivando, a medio y largo plazo, dolores mucho mayores... Y también suele ocurrir lo contrario: un pequeño dolor inmediato puede derivar posteriormente placeres sin cuento...  
Así que, en realidad, el proyecto hedonista de quien hizo de su Jardín la tercera gran institución filosófica de Atenas (tras la Academia platónica y el Liceo aristotélico), consistía más bien en evitar con especial contumacia cualquier dolor en una suerte de cálculo permanente de dolores y placeres a corto y largo plazo para ver si la resultante compensaba... En la práctica, una apuesta por las pequeñas comunidades de coleguillas dedicados a sus cosas en un ambiente confortable y seguro, cerrado a las alteraciones derivadas de la mezcla con un mundo potencialmente hostil y siempre difícilmente controlable.
Pero, veintitrés siglos después, el provocativo almuerzo desnudo de Burroughs nos dejó claro, tras experimentar en carne propia y conocer probablemente de cerca algunas de las pequeñas comunidades de voluntad más hedonista, que incluso lo de la evitación del dolor era un problema... Porque, a fin de cuentas (epicúreas), cualquier elemento que la facilite siempre acabará por añadir molestos efectos colaterales bajo la forma de una euforia poco acorde con los tiempos (y, probablemente, con el propio entorno, que incluso se lo puede tomar a mal), un decaimiento de la libido (que limitará las posibilidades de placer y las ocasiones para establecer relaciones fructíferas) y, sobre todo, dependencias que acabarán por se r incontrolables.
Así que... Mejor será mezclarse con el mundo, que –como a San Agustín de Hipona- “nada en él nos resulte ajeno”, y, ¿qué le vamos a hacer?, arriesgarnos a que, de vez en cuando, la mezcla nos resulte dolorosa.
Nacho Fernández del Castro, 6 de Noviembre de 2013

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