«Cualquier producto que elimine el dolor, deprimirá la función sexual,
inducirá euforia y creará adicción.»
(William Seward BURROUGHS; San Luis,
Missouri, Estados Unidos. 5 de febrero de 1914 –
Kansas City, 2 de agosto de
1997. Naked Lunch –El almuerzo desnudo-, 1959
-1989 para la
edición en castellano-.)
Así que, en realidad, el proyecto hedonista de quien hizo de su
Jardín la tercera gran institución filosófica de Atenas (tras la Academia platónica y el
Liceo aristotélico), consistía más bien en evitar
con especial contumacia cualquier dolor en una suerte de cálculo permanente
de dolores y placeres a corto y largo plazo para ver si la resultante
compensaba... En la práctica, una apuesta por las pequeñas comunidades de
coleguillas dedicados a sus cosas en un ambiente confortable y seguro, cerrado
a las alteraciones derivadas de la mezcla con un mundo potencialmente hostil y
siempre difícilmente controlable.
Pero, veintitrés siglos después, el
provocativo almuerzo desnudo de Burroughs
nos dejó claro, tras experimentar en carne propia y conocer probablemente de
cerca algunas de las pequeñas comunidades
de voluntad más hedonista, que incluso lo de la evitación del dolor era un problema... Porque, a fin de cuentas
(epicúreas), cualquier elemento que la facilite siempre acabará por añadir
molestos efectos colaterales bajo la forma de una euforia poco acorde con los tiempos (y, probablemente, con el
propio entorno, que incluso se lo puede tomar a mal), un decaimiento de la libido (que limitará las posibilidades de placer
y las ocasiones para establecer relaciones fructíferas) y, sobre todo, dependencias que acabarán por se r
incontrolables.
Nacho Fernández del Castro,
6 de Noviembre de 2013
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