miércoles, 27 de noviembre de 2013

Pensamiento del Día, 27-11-2013



«Si uno ascendiera en la escala social de manera proporcional a su incompetencia, os puedo asegurar que el mundo no marcharía como marcha. Pero el problema no es ese. Lo que esta frase quiere decir no es que los incompetentes tengan un lugar bajo el sol, sino que no hay nada más difícil e injusto que la realidad humana: los hombres viven en un mundo donde lo que tiene poder son las palabras y no los actos, donde la competencia esencial es el dominio del lenguaje. Eso es terrible porque en el fondo somos primates programados para comer, dormir, reproducirnos, conquistar y asegurar nuestro territorio y aquellos más hábiles para todas esas tareas, aquellos entre nosotros que son más animales, esos siempre se dejan engañar por los otros, los que tienen labia pero serían incapaces de defender su huerto, de traer un conejo para la cena y de procrear como es debido. Es un terrible agravio a nuestra naturaleza animal, una suerte de perversión, de contradicción profunda.»
 (Muriel BARBERY; Casablanca, Marruecos, 28 de mayo de 1969. L'Élégance du hérisson 
–La elegancia del erizo-, 2006 -2007 para la primera edición en castellano-.)
Vivimos en un mundo lingüísticamente representado... Signos y símbolos son, en realidad, el caldo de cultivo de nuestras visiones del mundo y la guía de nuestras actitudes y nuestros actos.
Y eso, precisamente, nos aleja de nuestro origen simio... Lo que llamamos, en sentido muy genérico, cultura no es sino un conjunto de formas de expresión simbólica que, siempre susceptibles de usos instrumentales en las relaciones de poder, acaban por determinar nuestra propia posición relativa en la sociedad concreta.
Porque del dominio de los mecanismos de producción y distribución de signos (en cuanto que éstos conforman “una segunda realidad”, el “tipo de realidad” que verdaderamente nos define) va a depender el estatus de cada cual y su situación en la maraña de relaciones que lo envuelven. Y no está mal, pues, al fin y al cabo, somos monos parlanchines.
Pero, por desgracia, quien, aparte de ese dominio, tenga pocos escrúpulos en aplicarlo a usos instrumentales para la explotación y el engaño será quien progrese más en la escala social, quien ocupe los púlpitos y despachos del poder formal... Es decir, quien bien embauca, gana y se hace fuerte.
Aunque sea incapaz de cultivar una patata o una flor, de crear vínculos de auténtico amor con la tierra y sus habitantes para sobrevivir con-viviendo... De hecho, ser capaz de todo esto obliga, de algún modo, a moverse fuera del sistema... Y, paradójicamente, casi de la especie.
Nacho Fernández del Castro, 27 de Noviembre de 2013

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