«Si uno ascendiera en la escala social de manera proporcional a su
incompetencia, os puedo asegurar que el mundo no marcharía como marcha. Pero el
problema no es ese. Lo que esta frase quiere decir no es que los incompetentes
tengan un lugar bajo el sol, sino que no hay nada más difícil e injusto que la
realidad humana: los hombres viven en un mundo donde lo que tiene poder son las
palabras y no los actos, donde la competencia esencial es el dominio del
lenguaje. Eso es terrible porque en el fondo somos primates programados para
comer, dormir, reproducirnos, conquistar y asegurar nuestro territorio y
aquellos más hábiles para todas esas tareas, aquellos entre nosotros que son
más animales, esos siempre se dejan engañar por los otros, los que tienen labia
pero serían incapaces de defender su huerto, de traer un conejo para la cena y
de procrear como es debido. Es un terrible agravio a nuestra naturaleza animal,
una suerte de perversión, de contradicción profunda.»
(Muriel BARBERY; Casablanca,
Marruecos, 28 de mayo de 1969. L'Élégance
du hérisson
–La elegancia del erizo-, 2006 -2007
para la primera edición en castellano-.)
Y eso, precisamente, nos aleja de nuestro origen simio... Lo que llamamos, en
sentido muy genérico, cultura no es
sino un conjunto de formas de expresión
simbólica que, siempre susceptibles de usos
instrumentales en las relaciones de
poder, acaban por determinar nuestra propia posición relativa en la sociedad concreta.
Porque del dominio de los mecanismos de producción y distribución de signos (en
cuanto que éstos conforman “una segunda realidad”, el “tipo de realidad” que
verdaderamente nos define) va a depender el estatus
de cada cual y su situación en la maraña de
relaciones que lo envuelven. Y no está mal, pues, al fin y al cabo, somos monos parlanchines.
Pero, por desgracia, quien, aparte de ese
dominio, tenga pocos escrúpulos en aplicarlo a usos instrumentales para la
explotación y el engaño será quien progrese más en la escala social, quien
ocupe los púlpitos y despachos del poder formal... Es decir, quien bien
embauca, gana y se hace fuerte.
Nacho Fernández del Castro,
27 de Noviembre de 2013
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