«El asesino perfecto no tiene amigos, solo objetivos.»
(Brent WEEKS; Montana, Estados Unidos, 7
de marzo de 1977. Azoth en la primera parte de
The Night Angel Trilogy: The
Way of Shadows –El camino de las sombras- , 2008
-2010 para la edición
en castellano-.)
La
condición criminal, la voluntad de latrocinio, la sed de mal (para decirlo en términos
orsonwelleanos) desprecia cualquier estimación
suntuaria de recursos y cualquier valoración
afectiva de las relaciones invertidas en sus actos homicidas. Porque, careciendo de cualquier horizonte moral,
lo único que legitima lo hecho es el logro del objetivo... Todo lo demás
resulta irrelevante, porque ¿qué le puede importar a quien tiene el afán de destruír que el balance económico
entre lo invertido (en recursos o en colegueos) y lo obtenido a partir de la
destrucción planeada sea monetariamente deficitario si ésta ha resultado
efectiva y ha saciado sus mortales afanes?, ¿en qué le puede afectar que su
acto, una vez realizado, favorezca o deteriore sus relaciones personales?.
Es,
curiosamente, la misma situación en la que el ministro José Ignacio Wert
pretende situar nuestro sistema educativo
cuando afirma que debe ser considerado y evaluado exclusivamente en función de
los outputs y no de los inputs... ¿Qué importan los recortes en
recursos y personal o el deterioro progresivo de los centros educativos públicos
si la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa
logra sus (verdaderos) objetivos?, ¿qué
importa que, en medio, vaya quedando más y más población condenada a perpetuar
su estirpe como carne de cañón para el
mercado de la precariedad o simple excedente
humano?... El sistema educativo
se sitúa, con la LOMCE, más allá de la moral, no tiene amigas ni
amigos (salvo, acaso, la Conferencia
Episcopal y la Confederación
Española de
Organizaciones Empresariales), porque sólo quiere
garantizar el logro de sus fines últimos
(no siempre tan explícitos, pese a su “desmelene neoliberal” como loa al
emprendimiento).
Con
tenacidad extrema y voluntad de asesino
perfecto.
Nacho Fernández del Castro, 10 de Noviembre de 2013
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