«Ce sont leur affaires, après tout, pensó en francés
como siempre que sus reflexiones querían teñirse de malicia.»
(Giuseppe
Tomasi di LAMPEDUSA; (Palermo, Italia, 23 de diciembre de 1896 -
Roma, 23 de julio de 1957.
Il Gattopardo -El gatopardo-, 1958 -2010,
por ejemplo, para una edición en castellano-.)
Con
frecuencia nos decimos, viendo los problemas del prójimo, “son sus asuntos, después de todo” y, con el cinismo gatopardista del “que
todo cambie para que todo siga igual”, seguimos también nosotros tan
tranquilos por la vida predicando sin dar trigo o, en el mejor de los
casos, cuando nuestro talante se torna caritativo, dando peces sin
enseñar a pescar (que para eso tenemos acceso privilegiado a alguna caña y
no queremos que tal prebenda se nos vaya al traste).
Vivimos un tiempo en el que la gente, con su vida precarizada,
dice muy poco () contra el oprobio globalizado que la acecha y, sumida
en el miedo y presa de la sumisión aprendida, hacer, lo que se
dice hacer, no hace casi nada.
Y así no hay manera... Porque bien cierto es que los más
nunca fuimos “vencedores de ninguna Historia” (ni siquiera de una minúscula
historia), pero, al menos, se había logrado, más como una dádiva prudente de
los poderosos que sobre el sudor y la sangre de las luchas de los parias, un mínimo
entente cuasicordiale para institucionalizar algo de tolerancia con
la disidencia frente a las directrices del poder de los menos y un
pequeño reparto de las migajas del bienestar.
Pero ahora, marchito el capitalismo por su sobreexplotación
de recursos y personas en aras del consumismo, el sistema
anda rascando en las últimas grietas susceptibles de negocio, o sea en lo
básico (salud, educación, atención a la dependencia) atendido hasta ahora,
en las sociedades avanzadas, con criterios públicos y enfoques
universalistas.
Por eso el horizonte se torna más tétrico...
Llega una hora, probablemente postrera, en la que, para que todo siga igual (con beneficio de los menos a costa de los más),
las cosas sí han de cambiar... A
peor, a mucho peor desde el punto de vista de la igualdad.
Y mucha gente sufrirá con ello, muchas
personas se quedarán en el proceso... ¿Podremos seguir diciendo poco y no
haciendo casi nada sin que se nos caiga la cara de vergüenza y horror, sin que nos sintamos teñidos de malicia?.
Nacho Fernández del Castro,
18 de Noviembre de 2013
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