«Porque las ideas están más vivas que los
hombres, es por las ideas que los hombres viven y es por ellas que morirán sin
murmurar. Ahora bien, todas nuestras ideas son mortíferas, ninguna de ellas
obedece a las leyes de la objetividad, de la mesura o de la coherencia, y
nosotros, que perpetuamos estas ideas, caminamos hacia la muerte como autómatas.»
(Albert CARACO; Constantinopla –actual Istambul-,
Imperio Otomano, 10 de julio de 1919 – París, Francia,
22 de septiembre de 1971. Bréviaire du chaos –Breviario del caos -, 1999
-2006 para una edición en castellano-.)
Y, porque amamos las Ideas, las escribimos tantas veces con mayúsculas: Bien, Bondad,
Belleza, Libertad, Justicia, Igualdad, Cooperación, Fraternidad... Tal vez
intentando conjurar esa inevitable y conflictiva degeneración que se produce
cuando tratamos de plasmarla en una norma o en nuestras actuaciones
particulares o colectivas.
Pero, por desgracia, lo único que logramos
al hacerlo es sacralizarlas... Convertir
los textos normativos que tratan de
acogerlas en textos sagrados
pretendidamente inmutables (como nuestra Santa
Constitución, sólo modificable, por los propios sumos sacerdotes de la casta política más allá de cualquier voluntad popular, con la nocturnidad y
alevosía propias de los rituales más mefistotélicos, para dar satisfacción a
algún dios de las sombras, la mano oscura de los mercados), convertir nuestras acciones
cuando las invocan en mero ritual
propiciatorio para contentar a todos los dioses de nuestros imaginarios colectivos.
Por esas ideas con mayúsculas se ha matado y
se mata, se ha muerto y se muere... Tras esas ideas con mayúsculas se pueden y
suelen guarecer muchos intereses minúsculos, rastreros, bastardos...
Amo
las ideas, ya lo he
dicho... Pero sólo en cuanto me permiten comprender
mejor la realidad (más allá de cualquier pretensión de objetividad absoluta), ser
radical por buscar las raíces de las
cosas (no por practicar el vano espectáculo
de la desmesura), desarrollar una lógica
material capaz de apostar por una mejora universal de las condiciones de la
vida humana (más allá de cualquier atrincheramiento tras una voluntad de razón unitaria)... Así que
está muy lejos de mi intención morir o matar por ellas.
Acaso porque sé que mi idea de libertad no es la de la Atenas clásica (que no
llegaba para cubrir a los esclavos o las mujeres) ni la de las gentes contemporáneas
neoliberales, o que mi idea de solidaridad
no es la del populismo romano del “pan y circo” ni la de Rajoy y sus
secuaces...
Nacho Fernández del Castro, 9 de Noviembre de 2013
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