martes, 26 de noviembre de 2013

Pensamiento del Día, 26-11-2013



«Descubrí que mi obsesión de que cada cosa estuviera en su puesto, cada asunto en su tiempo, cada palabra en su estilo, no era el premio merecido de una mente en orden, sino al contrario, todo un sistema de simulación inventado por mi para ocultar el desorden de mi naturaleza. Descubrí que no soy disciplinado por virtud, sino como reacción contra mi negligencia; que parezco generoso por encubrir mi mezquindad, que me paso de prudente por mal pensado, que soy conciliador para no sucumbir a mis cóleras reprimidas, que sólo soy puntual para que no se sepa cuán poco me importa el tiempo ajeno. Descubrí, en fin, que el amor no es un estado del alma sino un signo del zodíaco...»
(Gabriel José de la Concordia GARCÍA MÁRQUEZ, Premio Nobel de Literatura 1982; Aracataca, Colombia, 
6 de marzo de 1927. Memoria de mis putas tristes, 2004.)
Funcionamos tantas veces desde el disimulo de nuestros impulsos y tendencias naturales (en especial, cuando resultan poco convencionales o nada políticamente correctas) que, al final, ya ni siquiera sabemos lo que de verdad nos apetece, qué queremos hacer, cómo nos gustaría que fueran las cosas próximas o lejanas... En definitiva, quiénes somos realmente.
Incluso, si consideramos que una actitud o conducta espontánea puede ser socialmente considerada como un grave defecto o vicio, solemos llegar a lo que el psicoanálisis llamaría sobrecompensación... Así que nos gusta mostrar nuestro talante más inequívocamente solidario para que nadie sepa de nuestros egoísmos básicos, procuramos hacer evidentemente ante todo el mundo nuestro profundo y continuado esfuerzo para ocultar nuestro natural indolente, queremos ser admirados por nuestras virtudes públicas y privadas envolviendo en denso humo el caudal de nuestros sórdidos defectos.
A todos, en fin, nos gusta ser queridos más allá (o incluso en contra) de lo que somos y nos sentimos...  
Pero, en el fondo lo sabemos, el universo de los afectos es tornadizo y caprichoso, fluye como el universo heraclitiano... Así que como nunca nos podremos bañar dos veces en el mismo río emocional (pues las aguas del cariño serán distintas en cada momento), mejor haríamos en procurar ser un poco más nosotros mismos... Sin tantos artificios ni disimulos... Asumiendo, aunque sin ostentación, nuestra propia roña.
Nacho Fernández del Castro, 26 de Noviembre de 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario