viernes, 10 de febrero de 2012

Pensamiento del Día, 10-2-2012

«Y con los brazos delante de la cara para salvarme de no sabía qué, di un grito de infierno. Un grito que debía hacer muchos años que llevaba dentro y con aquel grito, tan ancho que le costó mucho pasar por la garganta, me salió de la boca una pizca de cosa de nada, como un escarabajo de saliva... y aquella pizca de cosa de nada que había vivido tanto tiempo encerrada dentro, era mi juventud que se escapaba...»
 (Mercè RODOREDA I GURGUÍ; Barcelona, 10 de octubre de 1908 – Gerona, 13 de abril de 1983.  
La plaça del Diamant, 1962.)
Son estos, tiempos de precariedad y silencio... Tiempos de agravios y apariencias... Tiempos de injusticia y oprobio.
Aquí y ahora quienes, con su afán especulativo nos arrastraron a una de las peores crisis de la historia de la humanidad son compensados con dinero público para que no quiebren las entidades que les pagan (muy generosamente) y puedan seguir con las actividades que provocaron el desastre... Aquí y ahora muy superiores tribunales convierten al magistrado que destapó sórdidas tramas corruptas en la primera víctima del proceso, mientras los propios corruptos se frotan las manos con una sonrisa cómplice y muchos bien pensantes se apresuran a decir que siempre respetan las decisiones judiciales sin haber respetado nunca las del juez ahora condenado... Aquí y ahora cientos de miles de personas se quedan sin empleo y fuera ya de toda cobertura social mientras los jerarcas propugnan, para solucionarlo, el abaratamiento del despido.
En una sociedad donde la casta política se ha instalado definitivamente en los lugares punteros entre los problemas y preocupaciones señalados por la ciudadanía en las encuestas más fiables y la situación objetiva amenaza cada vez más con la quiebra social, llevamos acumulados tantos silencios (tantas veces cómplices, sumisos siempre) que algún día se escaparán de nuestra boca como grito de infierno (este infierno en el que a duras penas sobrevive tanta gente condenada), ancho y trágico, absoluto... Lástima que, probablemente, con él se vayan buena parte de nuestras fuerzas y osadías juveniles; pero, al menos, cuando salga quizás sintamos que ya no tenemos casi nada que perder.
Nacho Fernández del Castro, 10 de Febrero de 2012

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