«A medida que vivo en Puebla, es natural que me vaya tratando con la gente, ¿no?. Otra cosa sería un absurdo. Además, las contingencias de los asuntos que aquí me han traído lo exigen también. Yo soy una persona bien educada, necesito, pues, cumplir con todo el mundo, ver a unos y a otros, frecuentar ciertas casas... Bueno; pues no voy a una sola, don Julián, a la que previamente no se haya invitado a esa señorita, por fas o por nefas. Llego yo, la saludo, quizá y por lo mismo con una frialdad estudiada... Pues como si no; en seguida empiezan las miradas de inteligencia entre los presentes. Y, sin que yo vea quién, una mano pone una silla junto a la de ella, en la que no se sienta nunca nadie más que yo. ¡Como si la silla estuviera apestada para los demás!, Y, claro, al sentarme a su lado, sería un grosero si no le hablara; y en cuanto le dirijo una palabra, ya los otros enredan una conversación aparte, prescindiendo de ella y de mí, y nos dejan como a dos novios. ¿Usted cree que esto puede resistirse?.»
(Serafín [Utrera, Sevilla, 26 de marzo de 1871 – Madrid, 12 de abril de 1938] y Joaquín [Utrera,
20 de enero de 1873 – Madrid, 14 de junio de 1944], conocidos como los Hermanos ÁLVAREZ QUINTERO. Puebla de las mujeres, 1912.)
A veces la vida es puro vodevil, teatro chusco y ligero lleno de enredos en medio de esta broma infinita de la crisis y el agotamiento del sistema, de todos los sistemas... Lo grave es que, tras los pequeños equívocos y las frívolas varietés de cada día, millones de personas se van incorporando el grupo real de los sufridores, de quienes ven limitada su expectativa de supervivencia, mermados sus derechos y hasta cuestionada su dignidad.
Y es difícil aceptar ya con resignación tanto espectáculo de la apariencia, tanta ceremonia de la confusión que intenta ocultar y legitimar la globalización del oprobio con el telón de la intranscendencia.
¿Puede aún, aquí y ahora, esto resistirse?.
Nacho Fernández del Castro, 14 de Febrero de 2012
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