«Españoles nacidos y por nacer: sabed que de algún tiempo acá me acosa la idea de conservar empapelados, con los fáciles ingredientes de tinta y pluma, los públicos acaecimientos y los privados casos que me interesen, toda impresión de lo que veo y oigo, y hasta las propias melancolías o las fugaces dulzuras que en la soledad balancean mi alma; sabed asimismo que, a la hora presente, idea tan saludable pasa del pensar al hacer. Antes que mi voluntad desmaye, que harto sé cuán fácilmente baja de la clara firmeza a la vaguedad perezosa, agarro el primer pedazo de papel que a mano encuentro, tiro de pluma y escribo...»
(Benito María de los Dolores PÉREZ GALDÓS; Las Palmas de Gran Canaria, 10 de mayo de 1843 -
Madrid, 4 de enero de 1920. Inicio de Las Tormentas del 48, 1902, con la que comienza la
Cuarta Serie de los Episodios Nacionales, 1872-1912.)
Quizás si con mayor frecuencia hiciésemos el pequeño esfuerzo de plasmar por escrito nuestras impresiones sobre cuanto acontece a nuestro lado y sobre nuestra propia vida, nos resultase imposible mantener el nivel de callada sumisión y ominoso olvido que nos caracteriza en este tiempo en el que los opresores de siempre se conjuran, ya “sin complejos y sin rubor”, para consolidar una “ingeniería de la exclusión” cada vez menos sutil, en vista de que “todo cuela”.
O sea, que escribir lo que pensamos y sentimos es, sin duda, personalmente saludable para la coherencia de cada cual, pero un poco peligroso para la estabilidad de la sociedad y el sistema. Por eso las autoridades lo desaconsejan... Es un aviso.
Nacho Fernández del Castro, 11 de Febrero de 2012
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