miércoles, 15 de febrero de 2012

Pensamiento del Día, 15-2-2012

«En pocas palabras: que el noventa y nueve por ciento de la actividad de esa cabeza consiste en acojonarse a sí misma. Que es posible hacer huevos escalfados en un microondas. Que el término callejero para lo maravilloso es “cabreante”. Que las madres de algunas personas no les han enseñado a cubrirse la boca o girarse antes de estornudar. Que nadie que haya estado en la cárcel vuelve a ser el mismo. Que nos es imprescindible practicar el sexo con una persona para que esta nos pase sus ladillas. Que uno se siente mejor en una habitación limpia que en una sucia. Que a la gente que hay que tener más terror es a la gente aterrorizada. Que se necesita mucho valor para mostrarse débil. Que no hay que pegarle a nadie aunque se tengan muchas ganas de hacerlo. Que ningún instante individual y concreto es en sí mismo insoportable.»
 (David FOSTER WALLACE; Ithaca, Nueva York, 21 de febrero de 1962 - Claremont, California, 
12 de septiembre de 2008. La broma infinita, 1996 –publicada por primera vez en castellano en 2002-.)
Vivir la realidad cotidiana con la suficiente distancia irónica y la pasión comprometida bastante para intentar transformar el mundo sin que las inevitables frustraciones del intento acaben por convertirnos en obsesivas y malhumoradas caricaturas de nosotros mismos... Ese es el secreto.
Cierto es que gastamos la inmensa mayoría de nuestra capacidad para pensar el mundo críticamente en acojonarnos a nosotros mismos, que nos plantean más disgustos las propias carencias para solventar lo más cotidiano que las contradicciones más evidentes del lenguaje usual, que la ausencia de hábitos elementales de convivencia se extiende como una pésima herencia, que la cárcel y otros instrumentos radicales de control social siempre estigmatizan, que es prudente desconfiar de quienes desconfían de todo o temer a quienes todo lo temen, que todos los contagios siempre exigen contactos concretos (y casi siempre voluntarios), que la higiene básica aporta básico bienestar, que nunca merece la pena ningún tipo de violencia porque el mayor valor radica en la capacidad para mostrar sin recato las propias debilidades... Pero, en medio de los aconteceres que jalonan esta broma infinita en que se ha ido transformando la vida bajo el capitalismo globalizado, nos debemos saber capaces de soportar cualquier instante, por duro que pueda parecer, que se nos presente como aislado y concreto. Y ese saber es ya un principio de resistencia.
Nacho Fernández del Castro, 15 de Febrero de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario