«En pocas palabras: que el noventa y nueve por ciento de la actividad de esa cabeza consiste en acojonarse a sí misma. Que es posible hacer huevos escalfados en un microondas. Que el término callejero para lo maravilloso es “cabreante”. Que las madres de algunas personas no les han enseñado a cubrirse la boca o girarse antes de estornudar. Que nadie que haya estado en la cárcel vuelve a ser el mismo. Que nos es imprescindible practicar el sexo con una persona para que esta nos pase sus ladillas. Que uno se siente mejor en una habitación limpia que en una sucia. Que a la gente que hay que tener más terror es a la gente aterrorizada. Que se necesita mucho valor para mostrarse débil. Que no hay que pegarle a nadie aunque se tengan muchas ganas de hacerlo. Que ningún instante individual y concreto es en sí mismo insoportable.»
(David FOSTER WALLACE; Ithaca, Nueva York, 21 de febrero de 1962 - Claremont, California,
12 de septiembre de 2008. La broma infinita, 1996 –publicada por primera vez en castellano en 2002-.)
Vivir la realidad cotidiana con la suficiente distancia irónica y la pasión comprometida bastante para intentar transformar el mundo sin que las inevitables frustraciones del intento acaben por convertirnos en obsesivas y malhumoradas caricaturas de nosotros mismos... Ese es el secreto.
Nacho Fernández del Castro, 15 de Febrero de 2012
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