«...Un cuadro me demuestra de un vistazo lo que exige docenas de páginas de un libro para ser expuesto.»
(Iván Serguéyevich TURGUÉNEV; Oriol, Rusia, 28 de octubre [del calendario Juliano]/ 9 de noviembre
[del calendario Gregoriano] de 1818 - Bougival, París, Francia, 22 de agosto/ 3 de septiembre de 1883.
Padres e hijos, 1862.)
Dice todo el mundo eso de que “una imagen (o, si se prefiere, un cuadro) vale más que mil palabras”, pero la cosa no está tan clara... Muchas veces esa capacidad para “demostrar de un vistazo” que parecen tener las imágenes, oculta (precisamente por la falta de reflexión que supone “ese vistazo”) mucho más de lo que ilumina.
Con frecuencia, incluso, ocurre lo contrario: el uso de la palabra precisa, de la frase adecuada, del comentario oportuno en una situación, aclara y descubre más que miles de imágenes... Y eso, porque una imagen siempre descontextualiza el mensaje, siempre impone emociones a base de centrar la atención en lo que se resalta y alejándola de lo que queda “fuera de enfoque”, siempre, en fin, provoca una catarsis autónoma que enerva o paraliza más allá de la razón (a no ser que sólo despierte indiferencia). Por eso también el uso de los medios de comunicación como instrumentos de control social se basa, sobre todo, en un “bombardeo icónico”.
Y es que las palabras, aún con sus imprecisiones y ambigüedades, son la mejor herramienta que tenemos para referirnos al mundo cuando queremos actuar racionalmente sobre él.
Nacho Fernández del Castro, 4 de Febrero de 2012
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