lunes, 20 de febrero de 2012

Pensamiento del Día, 20-2-2012

«Ya hemos dicho que la necesidad que tenemos de utilizar signos externos para hacernos entender hace que vinculemos hasta tal punto nuestras ideas a las palabras que a menudo prestamos más atención a las palabras que a las cosas. Esta es una de las causas más comunes de la confusión de nuestros pensamientos y de nuestros discursos.»
 (Antoine ARNAULD [París, 6 de febrero de  1612 – Bruselas, 8 de agosto de 1694] y Pierre NICOLE 
[Chartres , 13 de octubre de  1625- Port-Royal, 16 de noviembre de  1695]. 
La logique, ou l'art de penser, contenant, outre les règles communes, plusieurs observationes nouvelles propres à former le jugement más conocida como Lógica de Port-Royal, 1662.)
Pensar, decir, hacer... ¿Cuántas veces los saltos entre esos distintos tipos de acción humana nos crean confusiones?. Tratamos las palabras como si fuesen cosas y a éstas cual pensamientos, nos sentimos incapaces de expresar lo que pensamos con vocablos precisos e inequívocos, elaboramos discursos que no hacen referencia a realidad alguna ni muestran la más mínima intención de actuar sobre ella...
Y aceptamos hibridaciones entre lo semántico y lo pragmático que, con intereses muy concretos, trasladan cosas y acciones sobre la realidad (despidos, exclusiones, recortes, desmantelamientos, desahucios,...) a planos lógico-sintácticos que tratan de configurar la apariencia de lo inexorable: ¿qué importan unos millones de personas (de carne y hueso) paradas más si ello permite alcanzar el mítico déficit cero?, ¿qué importan unas cuantas familias desahuciadas si con ello se cuadra un balance?, ¿qué importa el deterioro de los servicios públicos básicos si con él se minimiza el gasto de las administraciones y se maximizan las opo9rtunidades de negocio?...
Tal vez debiéramos intentar prestar más atención a las cosas que a las palabras (aunque para esas “llamadas de atención”, como pretende ser ésta, no tengamos otro remedio que pensar y expresarlo también con palabras). Tal vez entonces la juventud valenciana, vapuleada y vejada por los esbirros del poder (no sólo las porras de los “mamporreros oficiales”, sino también las torticeros discursos de sus círculos mediáticos) cada vez que reniega de lo que están haciendo con su educación y su futuro, no tuviese por qué sentirse tan indefensa y sola.
Nacho Fernández del Castro, 20 de Febrero de 2012

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