«Ya hemos dicho que la necesidad que tenemos de utilizar signos externos para hacernos entender hace que vinculemos hasta tal punto nuestras ideas a las palabras que a menudo prestamos más atención a las palabras que a las cosas. Esta es una de las causas más comunes de la confusión de nuestros pensamientos y de nuestros discursos.»
(Antoine ARNAULD [París, 6 de febrero de 1612 – Bruselas, 8 de agosto de 1694] y Pierre NICOLE
[Chartres , 13 de octubre de 1625- Port-Royal, 16 de noviembre de 1695].
La logique, ou l'art de penser, contenant, outre les règles communes, plusieurs observationes nouvelles propres à former le jugement más conocida como Lógica de Port-Royal, 1662.)
Y aceptamos hibridaciones entre lo semántico y lo pragmático que, con intereses muy concretos, trasladan cosas y acciones sobre la realidad (despidos, exclusiones, recortes, desmantelamientos, desahucios,...) a planos lógico-sintácticos que tratan de configurar la apariencia de lo inexorable: ¿qué importan unos millones de personas (de carne y hueso) paradas más si ello permite alcanzar el mítico déficit cero?, ¿qué importan unas cuantas familias desahuciadas si con ello se cuadra un balance?, ¿qué importa el deterioro de los servicios públicos básicos si con él se minimiza el gasto de las administraciones y se maximizan las opo9rtunidades de negocio?...
Tal vez debiéramos intentar prestar más atención a las cosas que a las palabras (aunque para esas “llamadas de atención”, como pretende ser ésta, no tengamos otro remedio que pensar y expresarlo también con palabras). Tal vez entonces la juventud valenciana, vapuleada y vejada por los esbirros del poder (no sólo las porras de los “mamporreros oficiales”, sino también las torticeros discursos de sus círculos mediáticos) cada vez que reniega de lo que están haciendo con su educación y su futuro, no tuviese por qué sentirse tan indefensa y sola.
Nacho Fernández del Castro, 20 de Febrero de 2012
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