miércoles, 22 de febrero de 2012

Pensamiento del Día, 22-2-2012


«¿Cómo llegué a confeccionar un listado con las películas de mi vida? ¿Cómo se me ocurrió?. ¿Por qué no he hecho otra cosa que tabular mentalmente lista tras lista una vez que aterricé en el aeropuerto de Los Ángeles y me sucedió lo que nunca esperé que me sucediera?. ¿Cómo llegué a recorrer esta interminable ciudad, en el asiento de atrás de un viejo Malibu verde, con un salvadoreño canoso como mi chofer?. ¿Qué me hizo marearme en los iluminados pasillos de una tienda llena de seres solitarios y obsesivos llamada DVD Planet?. ¿Por qué he vuelto a pensar —a vivir, a sentir, a gozar, a sufrir— con hechos y personas y películas que daba por borrados (superados, eliminados) de mi inconsciente?. ¿Por qué volví a recordar después de tanto tiempo?. ¿Por qué, luego de años de no ir al cine, de no ver absolutamente nada, he regresado a mi período de devorador de películas?. En otras palabras:
What the fuck is going on?.
Lo que sucede es terrible.»
  (Alberto FUGUET; Santiago, Chile, 25 de marzo de 1964.  
Las películas de mi vida, 2002.)
La memoria es un fenómeno curioso... Con relativa frecuencia comprobamos como cosas, personas, acontecimientos, historias que creíamos totalmente apartadas de ella, superadas, borradas, vuelven en medio de la situación más intranscendente.
Y es mal enemigo la memoria... Capaz de hacernos gozar mil veces de las mejores sensaciones sin las presencias físicas que las provocaron, pero capaz también de llevarnos a la desesperación con la machacona reiteración de lo que fueron acaso errores y ya se tornan culpas.
La memoria sí que es insobornable (ni siquiera podemos estar nunca seguros de la cantidad de alcohol u otras sustancias que nos permitirá pasar de sus estímulo al abotargamiento anestésico), y no esos jueces que condenan a quien persigue corruptos o trata de conjurar los fantasmas del pasado.
La memoria a corto plazo, que dicen los psicólogos, es escurridiza y se nos va, a veces, entre los dedos de una atención difusa... La memoria a largo plazo es, en cambio, mucho más taimada; se agazapa y simula haber desaparecido, pero siempre vuelve en los momentos más inesperados o más confusos.
Necesitamos, desde luego, mejorar la relación con nuestra memoria (cada cual con la suya), mimarla un poco, requerirla, sacarla con más frecuencia a la luz... Aunque sólo sea para recordar que las porras que hoy golpean adolescentes en Valencia, mucho antes golpeaban obreros, gitanos, campesinos, mujeres, homosexuales, negros o comunistas en cualquier otro rincón del mundo y de la historia; porque, al fin y al cabo, no es una cuestión de talante o buenas voluntades, sino de función: controlar y reprimir todo cuanto amenace 
la convención normalizada (metafísicamente resultante de supuestos consensos sociales). Por eso seguirán golpeando las disidencias de la norma mañana, y por eso el proceso evolutivo de esas “fuerzas del orden” es curiosamente lamarkiano: la función crea el órgano (o sea, los cascos, petos, escudos y porras).
Necesitamos, en fin, la memoria para que “no nos cuenten películas”, para “recordar las películas de nuestra vida”. Para intentar, en fin, no tener que preguntarnos demasiado qué carajo sucede y poder construir  con sus materiales “la película de nuestra vida”... Una película con vocación universal y voluntad de obra abierta.
Nacho Fernández del Castro, 22 de Febrero de 2012

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