Pensamiento del Día, 27-2-2012

«Como era de esperar, el termómetro no estaba allí. ¿Dónde lo habría metido?. ¿Cuándo había sido la última vez que se lo había puesto?. Debía de haber sido aproximadamente en diciembre del año anterior, que para él era el mes más peligroso, no el que decía el poeta... ¿Qué mes era el más cruel para Eliot?. Sí, ahora lo recordaba, “abril es el mes más cruel”... ¿O tal vez era marzo?. Pero, divagaciones poéticas aparte, ¿dónde coño estaba el termómetro?.»

 (Andrea CAMILLERI; Porto Empedocle, Sicilia, 6 de septiembre de 1925.  

La paura di Montalbano -El miedo de Montalbano-, 2002.)

La literatura nos ofrece mundos como patrias propicias, ya lo sabemos, pero también, a veces, nos separa del mundo real que nos urge... Nos entretiene con devaneos poéticos y ejercicios de memoria vana de lo que es necesario, de lo que nos enfebrece y acalora, de lo que exige una respuesta diagnóstica inmediata para pasar al remedio.

Y es que el tiempo no es cruel o piadoso, sino simplemente adecuado para determinados actos y desfavorable para otros. Por eso, en ocasiones, no podemos permitir que la lectura o la escritura nos sirvan para olvidar lo cotidiano, sino utilizar la escritura o la lectura para iluminar lo cotidiano, para sumirnos en nuestro particular aquí y ahora con mejor orientación y mayor pericia. No podemos permitir, en suma, que la evocación literaria resulte alienante, nos saque de nosotros mismos, de nuestra realidad inmediata. Muy por el contrario, se trata de seleccionar, en cada caso, los mejores fragmentos de nuestra condición de letraheridos para servir como metáfora de la vida, de nuestra vida. Porque, al fin y al cabo, como decía el verso de Manuel Vázquez Montalbán en su poemario Praga (1982), “no hay lenguaje sin metáfora”; y se trata de buscar las metáforas que nos ayuden a encontrar el termómetro para comprobar nuestras fiebres (y poder atajarlas), desechando las que conviertan directamente la fiebre en delirio.

Nacho Fernández del Castro, 27 de Febrero de 2012