miércoles, 1 de febrero de 2012

Pensamiento del Día, 1-2-2012

«El objetivo de mi vida era huir de lo que me rodeaba, vivir en un sitio donde ya no pudiera hacerme daño. Intenté destruir mis lazos uno a uno, dejar escapar las cosas que me importaban. La idea era lograr la indiferencia, una indiferencia tan poderosa y sublime que me protegiera de cualquier cosa.»
 (Paul AUSTER; Newark, Nueva Jersey, 3 de febrero de 1947. El país de las últimas cosas, 1987.)
Construimos nuestra vida a partir de los lazos que van conformando una red de latidos y complicidades, sobre las personas y cosas que van tomando entidad propia en medio del caos de sensaciones del mundo... Pero, claro, por eso, por esos lazos, esas redes y todo lo que realmente nos importa, la vida se torna, en cada instante, riesgo... Al menos riesgo de pérdida, de sentir esos lazos y cuanto nos importa realmente diluido o perdido para siempre.
Y, sin embargo, ¿puede merecer ser vivida una existencia ajena al riesgo y, por lo tanto, ajena también la verdadera complicidad con algún  otro, y a la verdadera percepción diferencial del mundo?...
Evidentemente sin algún tipo de sensación de pertenencia, con una esfera de protección frente a cualquier daño, podemos sentirnos muy tranquilos y en calma... Pero, vacíos de toda pasión, ¿podemos considerarnos siquiera humanos?.

Nacho Fernández del Castro, 1 de Febrero de 2012

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