martes, 21 de febrero de 2012

Pensamiento del Día, 21-2-2012

«Se había instalado como un turista más en el Café de la Opera, que tenía mesas afuera, en el andén del centro. Desde esas mesas se podía ver enfrente, cruzando la calle, el hueco donde estuvo antaño ese teatro famoso que se quemó, ¿y que se llamaba cómo?... ¡Qué más da, se me olvidó!. Todo pasa, todo se olvida: teatros, barrios, hoteles, ciudades, perros, gatos, gente... Del incendio del teatro no quedaron sino ruinas y cenizas; y cuando descombraron las ruinas y el viento se llevó las cenizas quedó el hueco.
—Ah, pero eso sí —se dijo el viejo—, un hueco prestigioso.»
 (Fernando VALLEJO RENDÓN; Medellín, 24 de octubre de 1942. La Rambla paralela, 2002.)
Son estos tiempos de desmantelamiento del incipiente “bienestar común”, aunque quienes desmantelan los cubran de eufemismos: reformismo, reajuste, liberalización... O sea que, cada vez que oigamos alguno de estos términos aparentemente tan neutros, será mejor que nos echemos a temblar porque nuestra escuela verá mermados sus presupuestos y profesorado, nuestra empresa efectuará despidos rápidos y baratos, nuestros médicos de familia nos cobrará por cualquier atención urgente, nuestros hospitales reducirán sus camas y personal y, en general, nuestras viejas prestaciones públicas pasarán a ser productos de algún mercado, ya sólo al alcance de quienes puedan pagárselo.
Este desmantelamiento lo hacen, dinamitando los viejos principios de la convivencia constitucional, quienes tanto abominan de la dinamita y proclamaban intocable la Constitución (aunque se apresurasen a “tocarla” para insertarle como “verdad consensuada” el nuevo mito del déficit cero, en una consagración definitiva del rendimiento de la política a la economía). Desmantelan, en fin, los principios de nuestra convivencia quienes tanto gustan de hablar de una libertad que no llega para que los estudiantes valencianos puedan mostrar su disidencia frente a los recortes educativos más allá de la porras salvajes.
Esperemos evitar, al menos, la tentación de sentarnos simplemente a mirar desde la otra acera este desmantelamiento, hasta que el tiempo haga que se nos olvide lo que llamábamos “Estado del bienestar”, perdidos ya en el viento de una historia que trata de llevarse hasta sus cenizas... Porque, entonces, ni siquiera será ya un consuelo afirmar que su hueco es “prestigioso”.
Nacho Fernández del Castro, 21 de Febrero de 2012

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