jueves, 2 de febrero de 2012

Pensamiento del Día, 2-2-2012


«La playa presentaba un aspecto desagradable. Sobre la ancha y plana superficie de agua que separaba la playa del primer banco de arena, se rizaban estremecidas y tenues olas que corrían de delante hacia atrás. Otoño y decadencia parecían abrumar al balneario días antes animado por tanta profusión de colores, y en aquel instante ya casi abandonado, tanto que ni siquiera la arena estaba limpia. Un aparato fotográfico, cuyo dueño no apareció por ningún sitio, descansaba junto al mar sobre su trípode, y el paño negro que habían echado sobre él flotaba al viento.»
 (Thomas MANN; Lübeck, 6 de junio de 1875 – Zúrich, 12 de agosto de 1955. La muerte en Venecia, 1912.)
Lo vivido con deleite ya arrobo puede tornarse, y casi siempre lo hace, en mera decadencia teñida de nostalgia unos instantes después... Lo que sentimos como magno escenario de nuestras más bellas pasiones, lo descubrimos, tiempo después, como patético rincón que amenaza ruina... Lo que gozamos como marco incomparable de nuestros mejores sueños y luchas, acabamos por percibirlo, al rato, sumido bajo las telarañas y polvos que anuncian tiniebla y lodos... Lo que fue espléndido acicate de arrebatos y anhelos, asume, en pocos años, la figura del manso olvido.
Todo devenir aja y merma, por mucho que, en ocasiones, ennoblezca algún que otro desmesurado afán... Y los seres humanos no somos pirámides o castillos a la espera de la redención por los siglos. Más bien, primavera que espera su otoño temiendo ya el invierno. Era para el viento frío y el miedo ancho en la que, aunque existan multitud de ojos a nuestro alrededor, ya no nos verán... Y apenas el puntual aleteo casi ingrávido de unas pestañas podrá darnos efímera y confusa cuenta de las existencia de los demás... O de nuestra propia y residual existencia.
Nacho Fernández del Castro, 2 de Febrero de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario