jueves, 16 de febrero de 2012

Pensamiento del Día, 16-2-2012

«Los individuos no tienen ninguna señal para orientarse en su vida. Sus actividades carecen de significado, excepto la de ganar dinero, cuando pueden. Todo objetivo colectivo ha desaparecido, cada uno ha quedado reducido a su existencia privada llenándola con ocio prefabricado. Los medios de comunicación suministran un ejemplo fantástico de este incremento de la insignificancia. Cualquier noticia dada por la televisión ocupa 24 o 48 horas y, enseguida, debe ser reemplazada por otra para “sostener el interés del público”. La propagación y la multiplicación de las imágenes aniquilan el poder de la imagen y eclipsan el significado del suceso mismo.»
 (Cornelius CASTORIADIS; Estambul, 11 de marzo de 1922 - París, 26 de diciembre de 1997. 
Entrevista realizada por Jean Liberman para Le Nouveau Politis, 434, Marzo 1997.)
Desorientados, casi vacíos, nos movemos en medio de este espectáculo de sombras, versión panorámica y eastmancolor de la vieja caverna platónica, degustando la insignificancia de un flujo continuo de imágenes que, insertado en la virtualidad de la apariencia, ya casi nada nos dicen.
Cierto que sabemos que, tras la “luminosa tiniebla”, millones de seres humanos pasan un hambre y una sed reales, sienten un frío o un calor insoportablemente reales, se arrastran hacia una muy prematura muerte real... Pero, ¿que le vamos a hacer?, sólo son pequeños ruidos de fondo, interferencias que apenas ocupan un par de minutos de un telediario (justo antes de las largas y pormenorizadas descripciones de las últimas hazañas deportivas de los nuevos dioses de los estadios). ¡Y ni siquiera nos llegan en dolby surround!.
Hacemos mil tareas y participamos en montones de actividades ya totalmente carentes de sentido y significado, porque sólo nos sirven para “ir tirando”, para sobre(mal)vivir sin el más mínimo cuestionamiento de “lo que hay”... Precisamente, porque nuestros actos son ya (han conseguido que los consideremos ya) meramente individuales. Y cuestionarse seriamente “lo que hay” (más allá del berrinche ocasional o la depresión incapacitante) exige, al fin y al cabo, la intuición y pergeño colectivos de “lo que pudiera y debiera haber”. Ese es el reto: recuperar, más allá de la imposición de la insignificancia, esa perspectiva y esa estrategia colectivas capaces de desbordar la fragmentación subjetivista que contempla “lo dado” como un destino inevitable.
Nacho Fernández del Castro, 16 de Febrero de 2012

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