domingo, 11 de marzo de 2012

Pensamiento del Día, 11-3-2012


«¡Adiós, Europa!. ¡Adiós, querida patria que ya no veré más!. ¡Así la Nueva Suiza florezca como tú en mi edad temprana!. ¡Ojalá sean tus habitantes siempre dichosos, píos y libres!.»
 (Johann David WYSS; Berna, Suiza, 4 de marzo de 1743 - 11 de junio de 1818.  
Final de El Robinsón Suizo, 1812.)
En estos tiempos confusos en los que los Ministros de Justicia consideran símbolos de paz aquellos en cuyo nombre se han cometido unas cuantas de las mayores atrocidades de la historia y en los que la persecución de los corruptos lleva a la expulsión de la judicatura, no está de más invocar, con el Robinsón Suizo (un par de siglos después), lo mejor de la modernidad que hizo de Europa el lugar del progreso y las libertades, la tierra donde la prosperidad florecía... Y lo hizo, precisamente, poniendo freno a los desafueros políticos de los testaferros de tales símbolos que crucificaban cada día las esperanzas de una gleba que pretendía ser ciudadana. Y, en algún sentido, llegaría a serlo. Llegaría a rozar la dicha, a intuir la verdadera libertad y, ¿por qué no?, a desarrollar unos sistemas públicos “píos” (en la segunda versión adjetiva reconocida por la Academia de la Lengua: “benignos, blandos, misericordiosos, compasivos”)... Lo que acabaría por llamarse, en un sentido amplio, Estado del Bienestar.
O sea, lo que ahora socavan sin recato los adalides del “pacífico crucifijo” en los espacios públicos, mientras loan la libertad de los poderosos para explorar nuevas formas de explotación de los débiles bajo el nuevo lema de este paradójico liberalismo: “privaticemos las ganancias y socialicemos las pérdidas”.
Nacho Fernández del Castro, 11 de Marzo de 2012

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