jueves, 15 de marzo de 2012

Pensamiento del Día, 15-3-2012

«No le ha pasado nunca por la cabeza preocuparse por la extensión. Cuanto más extenso, mejor: bendita sea cada nueva línea, porque, una detrás de otra, demuestran no sólo el grandor sino también la grandeza de su obra, y por eso – aunque, en el fondo, una, dos o cincuenta líneas no añaden nada a la historia que narra – nunca en la vida las expurga. En cambio, para escribir este cuento casi tendría que coger la cinta métrica y ponerse a medirlo. Es absurdo. Es como pedir a un atleta maratoniano que corra los cien metros con dignidad. En un cuento, cada nueva línea no es una línea más sino una línea menos.»
 (Quim MONZÓ GÓMEZ; Barcelona, 24 de Marzo de 1952. Del cuento “Treinta líneas”  en  
Mil cretins –Mil cretinos-, 2007.)
Decir algo en ciento cuarenta caracteres, en treinta líneas, en una cara de folio,... ¿Qué se yo?. ¿Y decir qué?. ¿Algo sensato?, ¿algo coherente?, ¿algo puesto en razón?, ¿algo movilizador?, ¿algo maravilloso?...
Cuando intentamos comprender la realidad y transmitir las claves de esa comprensión para proponer actuaciones sobre ella (y para debatir sobre todo ello) resulta un poco ridículo y hasta patético el poner límites al discurso... ¿Que hay quien se pierde y/o se distrae entre tanta palabra, tras tanta metáfora, ante tanto inciso?... ¿Qué le vamos a hacer?, comprender y debatir racionalmente (es decir, con buenas razones, más allá del “a mí me parece que”) cuesta y, desde luego, exige algo más que una súbita iluminación.
¿Que hay quien se aburre con tanto recoveco verbal y siente tantas ideas abstractas como un bombardeo innecesario?... Bueno, la aprehensión del mundo que nos rodea o la valoración  rigurosa de su estructura y de la mejor forma de transformarla según los fines perseguidos nunca han sido las actividades más divertidas del mundo, pero sí, acaso, las más necesarias.
Y es que las abstracciones, cuando son certeras, lejos de separarnos del mundo, nos ayudan (en realidad, es lo único que puede ayudarnos) a integrarnos significativamente en él.
Por eso el mero practicismo irreflexivo y coyuntural conduce inexorablemente al caos... Por eso sólo las ideas abstractas, utilizadas como herramientas quirúrgicas para el análisis de la realidad, pueden orientarnos para aclarar dónde estamos, hacia dónde queremos ir y cómo hacerlo.
El reto de cambiar el mundo es, al fin y al cabo, una tarea de fondo, un reto maratoniano... Y no se nos puede exigir que nos enfrentemos a él con una cinta métrica, un cronómetro y la desenfrenada celeridad de un velocista.
Nacho Fernández del Castro, 15 de Marzo de 2012

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