sábado, 3 de marzo de 2012

Pensamiento del Día, 3-3-2012


« Preguntas, siempre preguntas. Ellos tampoco esperaban respuestas. Seguían adelante, lanzando preguntas y más preguntas, cubriendo cada instante con preguntas, bloqueando cualquier sensación menos el aguijonazo de las preguntas. Y las órdenes. Si no era “Lou, ¿qué es esto?”, era “Dime qué es esto”. Un plato. El mismo plato, una y otra vez. Es un plato y es un plato feo, un plato aburrido, un plato de total y absoluto aburrimiento, falto de interés. No tengo ningún interés en ese plato aburrido. Si ellos no van a escuchar, ¿por qué debo hablar yo?. Pero no lo expreso en voz alta. Todo lo que tiene valor en mi vida lo he conseguido al precio de no decir lo que realmente pienso sino lo que ellos quieren que diga. En esta consulta, donde me evalúan y aconsejan cuatro veces al año, la psiquiatra está tan segura de la barrera que nos separa como todos los anteriores psiquiatras. Resulta doloroso ver su certeza, así que intento no mirarla más de lo necesario. Eso tiene sus peligros; como los otros, cree que yo debería establecer más contacto ocular. La miro ahora

 (Susan Elizabeth Norris MOON; McAllen, Texas, 7 de marzo de 1945.  
Inicio de The speed of dark -La velocidad de la oscuridad-, 2002.)
Buena parte del éxito en la vida cotidiana depende de saber callar a tiempo, o, al menos, de saber decir lo que los otros quieren oír con independencia de lo que realmente pensemos... ¿Cuántas veces hemos aguantado en silencio una reunión de personas que nos parecía tediosa o incluso ofensiva?, ¿cuántas veces hemos alegrado los oídos de alguien con palabras contrarias a lo que sentíamos?.
Y es que la sinceridad está sobrevalorada... En realidad nadie quiere que le digan lo que realmente piensan los demás sobre su manera de ser y actuar, sino tan sólo lo que él quiere que piensen... A nadie le gusta que le digan que es un cobarde, que es un poco lelo, que no se puede confiar en él o que resulta cansino y tedioso.
Por eso, para mejor sobrevivir es conveniente no ceder a la tentación de ser absoluta y radicalmente sinceros... Porque, además, estamos rodeados de psiquiatras aficionados siempre dispuestos a evaluarnos y, llegado el caso, aconsejarnos bien parapetados tras alguna suerte de barrera real, simbólica o imaginaria.
Nacho Fernández del Castro, 3 de Marzo de 2012

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